Camino a las altas cumbres del oeste se hallaba un
peregrino. Transcurría uno de los más crudos días de invierno, y el clima lo
hacía notar. Caía una feroz nevada, la cual dejaba el paisaje y todos los
alrededores completamente blancos. Incluso el dique que ahora lejos se divisaba
era una gran plataforma de hielo, donde algún habilidoso cómo Alcandora Tuk
hubiese podido desplegar fenomenales piruetas.
Si uno se remontase a vuelo de cóndor, solo hubiese divisado
sobre la extensa blancura una pequeña mancha amarronada que ascendía
lentamente, resistido por los intensos copos de nieve que le helaban el poncho que
lo envolvía; y a su lado su fiel mascota, un pastor alemán llamado Pampa, al
que los íntimos conocían como Betún (sepan disculpar su fanatismo), que dejaba
una pequeña huella a su lado. El resto era todo hielo y nieve.
No se recordaba un temporal tan potente en las últimas 3
décadas en la pre-cordillera andina. No se divisaban caminos, arbustos ni
rocas. Cada paso que daba aquel caminante requería elevar la rodilla sobre su
cintura, para que luego se enterrase la misma entre la blanca escarcha. Era un
andar lento y exigente, pero el lugar que aguardaba al casi congelado viajero
lo mantenía concentrado en aplicar todos sus esfuerzos para llegar a destino.
Luego de días de viaje y penosas horas, alcanzo una lomada,
subió por ella y al vencerla, contempló a su alrededor y logro divisarlo. Ahí
se encontraba, por fin… Después de tantas historias y relatos oídos que allí
sucedieron, después de tanto esfuerzo y sacrificio tenía ante sus ojos el
añorado Reino sobre la Montaña. Aquel
mítico lugar lo habitaba Dom Abubba, el Starets, pero solo en especiales
ocasiones. Unos dicen que solo llevaba a los más cercanos a buscar la verdadera
paz interior, algunos que es morada de mahometanos convertidos a la fe
cristiana que buscan refugio al ser perseguidos a muerte por sus compatriotas;
otros que sólo grandes compositores musicales tenían la dicha de entrar en las
habitaciones de aquel palacio para interpretar las más extrañas y maravillosas
piezas musicales; incluso algunos aniquilan su existencia diciendo que es un
invento de un loco bigotudo que seguramente alucina por los tabacos árabes que
consume y toca rock&roll con un palo sobre una caja de madera a la que llama
Violín en medio de un descampado en Vallecitos. Dejaremos que la verdad de
aquel lugar la de a conocer su dueño, pues quien hoy escribe no viene a hablar
de los encantos de aquel particular espacio, sólo a transmitir lo que allí
puedo comprender, contemplar y transformar de su interior.
Las energías del peregrino eran cada vez más escazas,
mientras más se acercaba más arduo se le hacía cada paso. Pudo por fin llegar
al umbral de aquella rústica construcción que mucho no pudo describir porque la
mayor parte se cubría de nieve. Cuando sus fuerzas casi ya lo abandonaban,
logro el viajero hacer sonar el Gong del pórtico de la entrada con su último
suspiro. Luego se desplomó sobre la nieve y borrosamente distinguió los
ladridos de su mascota y una pequeña figura parada a su lado, la cual exhalaba
humo por la boca, a causa de la condensación de su respiración y la temperatura
bajo cero que azotaba el lugar… pero el cansancio lo venció y se desmalló sin
poder emitir ni oír una palabra de quien lo recibía.
Horas más tarde despertó envuelto en frazadas sobre una
alfombra al lado de una gran chimenea. Cuando tomo conciencia pudo entender más
claramente la situación. Su grueso poncho cuyano goteaba colgado sobre una
silla, su boina se calentaba al lado de un caldero donde el anfitrión había
dejado calentando una sopa. Su fiel mascota dormía cómodamente a sus pies; ya se
sentía más renovado, sus manos habían dejado atrás el color morado a causa del
frío y ya podía articular con facilidad los dedos.
Cuando pudo enderezarse, miro al otro lado de la chimenea y
se encontró con un hombre de mediana estatura, sentado como indio dándole la
espalda, que se balanceaba de lado a lado moviendo una larga pinza con una brasa
en su punta con su brazo derecho como si fuese el arco de un violín. Su cabeza
levemente se apoyaba sobre la izquierda en un botellón azul de una muy extraña
etiqueta, sobre el cual hacía cruzar perpendicularmente el “arco”. Cualquier
extraño que se encontrara con aquella escena hubiese dicho que estaba frente a
un chiflado pasado de copas. Pero obviamente no se trataba de eso. Cualquier
gallardo entendería lo que estaba pasando. En un movimiento veloz aquel
personaje soltó la pinza y la botella para recoger una pluma de águila
canadiense, remojarla en un tarrito de tinta y trazar unos raros grafitis sobre
un papiro lleno de líneas horizontales. Pues claro, Dom Abubba estaba
componiendo. El ya renovado viajero comprendió lo que sucedía y no emitió
ningún comentario ni realizó movimiento alguno.
Nuevamente el rítmico personaje se balanceaba de lado a lado
con la pinza (que aún tenía en la parte superior una brasa) sobre la botella
azul, la cual por cierto ya casi no tenía líquido. Repitió aquella escena dos,
tres veces más. El peregrino seguía inmóvil viendo aquella extraña, pero
fascinante situación. Hasta que, en un momento, el artista se quedó totalmente
quieto. Sin voltear la cabeza dijo con una voz grave - “Estimado Don Ábila…grato es tenerte en mi hogar. Pasaste por agua y
nieve, pero en tu corazón hay fuego”-. Sin decir más siguió balanceando su
brazo, pero cada vez con movimientos más lentos y menos largos.
Una hora después se encontraban frente a frente El Starets y
el De la Manchita, entre ellos un mediano pero muy confortable fuego, que
expulsaba su humo por la antiquísima chimenea. El menor de ellos bebía de la
sopa que se calentaba en caldero, mientras el mayor de gran bigote y larga
barba fumaba de su arguile. Cuando terminó de alimentarse el visitante, Dom
Abubba se cruzó, hizo una reverencia y a modo maronita beso el hombro de su
huésped, el cual respondió con el mismo gesto. Le dejó la manguera del oriental
aparato para degustar uno de los más ricos tabacos libaneses.
Contemplando el fuego, Dom Abubba comenzó a hablar con su
pesada voz:
- “Gran amigo, bueno es al fin recibirte en “El
Reino sobre la montaña”. Entiendo que mi lechuza mensajera te dejó mi carta, y
como fiel discípulo acudiste a este encuentro. Debes haber tenido una gran
travesía para llegar hasta este ancestral lugar. Pocas veces llamo a un
encuentro en estas duras épocas del año con el crudo invierno que se desata “over
the west lands”.
Espero que hayas seguido al pie de la letra mis instrucciones. Si es
así, tu peregrinación fue silenciosa y meditaste sobre los cuatro elementos…
tierra, aire, agua y FUEGO. Don Virula, el poeta, mucho os ha instruido en la
trascendencia de los elementos. Y muchos de los gallardos transitan
transformaciones en su interior a través de ellos.
Siguiendo con mis
normas, no debéis haber expresado sonido más que la oración de Nuestro Señor
Jesucristo; tu deber como peregrino.
Veo también, siguiendo
al pie de la letra los requisitos de mi llamado, que has venido sólo, pero
acompañado. Pocos hubiesen entendido aquella instrucción- continuaba
diciendo con grave voz mientras acariciaba el lomo de la fiel mascota del joven
peregrino, sin quitar su mirada sobre las tenues llamas que iluminaban
rojizamente su rostro-.
¡Ah! y espero que no
hayas hecho caso omiso a mi última petición"- le dijo y Don Ábila saco de su
morral un mediano paquete que envolvía tabaco de narguile, una bombilla de mate
y un CD de Ray LaMontagne. Y nuevamente se iluminaba el rostro del violinista,
ya no por el fuego si no por el regocijo de los víveres que le entregaban.
Y continuó diciéndole con su bajo tono de voz volviendo la
mirada hacia la chimenea:
“Como gallardos de la primera
edad siempre nos concierne la evolución de los jóvenes escritores. Dulce es
para el corazón de los viejos que ustedes renueven su sed de belleza ¡Oh splendor
formae! – exclamó manoseando y renovando la curva forma de su bigote
afrancesado-.
Que te haya citado en
pleno invierno mendocino en medio de las montañas no es por un mero capricho.
Debes haber sufrido a través de la tierra empinada, el violento aire, y el agua
que de los cielos en lluvia y nieve cae. Espero que los elementos se hayan
hecho carne en tu peregrinar, sabiendo que aquí encontrarías el último, aquel
que inquietaba el corazón de Aurelius Augustinus Hipponensis y arrebataba de
celo a Francisco Xavier en su pecho.
Pero no lo
encontrarías de manera sufriente en este “Reino sobre la Montaña”. Me ha hecho
comprender, según vuestras correspondencias, que viviste un episodio con el
fuego. Espero que aquel suceso te haya hecho padecer, pero un padecimiento
cristiano. Sufrimiento que a los ojos del mundo es desgracia y probablemente
motivo de lamento también para los hombres de fe, pero con la certeza que Dios
Padre lo haya permitido para renovar las gracias y los corazones de su Pueblo.
Dicho suceso tiene que
haber logrado en ti meditaciones sobre el fuego y lo sobrenatural."
Y dándole lugar al De La Mancha, cerro diciéndole:
"¡Cuéntame ahorra aquella
experiencia en el fuego! Para que pueda ver
yo, caro discípulo, si habéis sido renovado en tu interior, y si tu gallardía
se ha reformado por el dolor, y si la dicha tuvieses, por el amor a la belleza ¡Oh
quae visa placent!"
Dando una pitada del exquisito tabaco, tomó la palabra Don Ábila
diciendo: …
-Continuará-
Don Ábila de la Mancha
Intrigante escrito Don Manchego,
ResponderEliminarMucho hay por aprender de aquel sabio violinista y de aquel mítico lugar, al menos así cuenta la leyenda y así lo creo.
Me ha dejado con muchas expectativas y ganas de seguir esta secuela, aunque no sea correspondiente decirlo en estos temas: "no se demore en subir la secunda pars".
P.D.: ojalá le haya encomendado y rogado a Dom Abubba que nos escriba sobre dicho Reino misterioso y paradisíaco.
Querido Don Abila, mucho ha despertado mi interes desempolvando su pluma, quedo a la espera de la "según". Un abrazo desde la Guerma
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar
ResponderEliminarClaramente amigo y discípulo mío ! “Mellon”!! Esta fascinante historia continuará maravillosa y asombrosamente , lo agradable es que el camino de la aventura tiene un largo recorrido gratificante que incendiará todo, no lo dudo, cuál chispa en medio de los secos arbustos de los montes en una calurosa tarde de otoño. Veremos en la segunda parte si está predicción se hace real.
El Joven Baishka ,amo y señor sobre la montaña , nos recibirá en un gran festín luego de terminar nuestra jornada , para celebrar vuestra fermoza llegada al Gran Reino! Ya mi lechuza ha informado!
Paz a todos ustedes !
Continúe, Manchego, continúe se lo ruego...
ResponderEliminarMr. Salvaje-
Por la flauta de Joachim Andersen mi Manchego!
ResponderEliminar¿Cuándo va a seguir esta reveladora entrada?. Todo lo que hable del Reino sobre la Montaña, me sabe al pan casero que mi m´ama gaucha cocinaba cuando gurí. No deje que la ansiedad me carcoma, y agote mis despensas de cigarrilos. Siga nomas su relato pue´, que ha logrado un magnífico escrito!
Don Virulana