"El maligno viene ganando las batallas. En cualquier frente que se lo proponga, vence. Ya no hay resistencia, ya no quedan fuerzas, y peor aún, ya no hay interés ni conciencia por enfrentarlo..." (Extracto de la carta que portó Don Hilario en búsqueda de Gandalf)
"Los días llegan a su fin, llegó la hora en que los tibios se decidan, el arrojo es nuestra única opción para salvar nuestras vidas" (Oráculo del Gustav)
Don Virula se sentía enfermo y extraño. Le ardían los ojos, y era consciente de que a esas horas de la noche, sin luz, seguir bebiendo de la pantalla, agravaba más su dolor.
Afuera llovía fuertemente, y se había cortado la luz de su casa, mas no había encendido velas, ya que su dispositivo poseía linterna propia. Pasadas las doce de la noche, sentado en un rincón de su habitación, le invadió de golpe una ceguera.
-Maldición, se me ha acabado la batería- pensó, y a tientas buscó su cargador. Mas no lo encontró, aunque hubiera sido en vano, ya que no había electricidad. Y allí quedó en penumbras, solo, saboreando su enojo. Miró por la ventana, y maldijo la tormenta. Al oír sus propios insultos, se sorprendió, pues siempre había sido amante de la lluvia, y más aún de los rayos. Le agradaba fumar pipa mientras el cielo manifestaba su poder. Ciertamente recordó todo esto, y tratando de canalizar su enojo, tomó su pipa a tientas, y se sentó en la galería, pensativo. Había algo que luchaba en su interior, como dos potencias enemigas, o más bien, escuchaba de lejos el reclamo interno, que era tapado por otra voz mas seductora. Inconscientemente comprendía lo que pasaba, mas no quería revertir la situación. Amaba su celular y sabía que lo estaba consumiendo, pero se trataba de convencer que prefería consumirse, pero conectado, que vivir cierta soledad, incomunicado.
"¿Qué me ocurre? ¿Qué me ha pasado? ¿Dónde está Gandalf?, el sabría que hacer" pensaba.
Allí permaneció un rato, observando el horizonte oscuro. De pronto silbó un rayo, y al instante en que se iluminó todo de blanco, vio Virula una figura negra a unos diez pies. Rápidamente saltó de la silla, y asustado como estaba gritó:
-¿Quién viene ahí?-
No tuvo respuesta. La tormenta no dejaba oír nada. De pronto, saltó al lado suyo la figura, y en el momento en que Don Virula iba a descargar un puñetazo, lo detuvo otra mano por de tras. Y allí comprendió, eran Don Ojota y Don Hilario, encapuchados.
-¡Don Hilario!- dijo Virula - Ha vuelto al fin- A lo que contestó:
-¡Silencio!, tenemos asuntos urgentes que atender, si no quieres ver a la Comarca arder en llamas-
Don Virula, aturdido contestó:
-pero... ¿qué diablos está pasando?-
-¿Qué diablos está pasando contigo, Don Virula de Los Gamos?- Respondió una voz grave y fuerte desde las sombras. Todos asustados voltearon a ver, y lo vieron, era Gandalf.
Era casi el amanecer, y seguían discutiendo los cuatro. Resulta que Don Hilario había vuelto, y descubrió lo malicioso del nuevo artefacto. Turbado, buscó a Gandalf para comprobar si realmente eran objetos de su fábrica. No fue necesario mas explicación para que el mago se diera cuenta de todo, inmediatamente viajó a los Gamos montado en Sombragris. Gandalf les explicó el plan del enemigo, y la urgencia de actuar, dado que mientras más se utilizaban estos objetos, más irremediable iba a ser. Sólo Don Ojota, había logrado partir de un hachazo el celular, en un ataque de Santa ira.
A la noche siguiente, fueron convocados todos Los Gallardos, y allí se puso el tema en discusión. A muchos les costaba comprender los peligros de su uso, siempre y cuando no fuera exceso, y veían demasiado radical la propuesta de prender fuego los celulares, y con ellos a todos los que se les opusieran.
-¿Es que acaso no veis la mano del maligno?¿ Es que acaso eres capaz de sacrificar tu atención para la contemplación por un maldito celular?, ¡Hay que quemar todo!- Gritaba con cólera el Emigrante.
-¿Pero, por qué se necesita siempre tomar medidas drásticas?- Preguntaban por ahí.
-Porque es necesario cortar todo de raíz- Respondió Don Ojota, y siguió:
-Se nos está pasando por alto muchas cosas. Es una cuestión de nuestro bien espiritual, sin darnos cuenta, vamos cediendo y cediendo en todo. Fíjense, pasamos más tiempo chateando o viendo videos o fotos, que orando, contemplando, leyendo y muchas otras cosas, sin mencionar el Tedio cotidiano que esto engendra-.
Don Hilario respondió:
¿Ven o no ven la mano del maligno en esto? Comencemos por aquí, ¿Cuántos han visto por culpa de este medio, propagandas obscenas y feas? ¿Cuántos caen en el pecado de la vanidad y la chusma por este medio? Entonces, qué debemos hacer, si es algo del maligno, hay que levantarse contra ello.
De este modo discutieron por dos días y una noche. A la segunda noche, los espías del enemigo vieron a lo lejos, la fogata que incendiara los celulares.
Al otro día los gallardos partieron de dos en dos para alertar a los demás del peligro, pero notaron con asombro, el apego vicioso que la gente ya tenía, y cuando le tocaban el tema, reaccionaban violentamente, y los echaban de las casas. Nadie tuvo éxito. Ya era muy tarde. Fueron tachados de fanáticos y radicales. Con amargura vieron los gallardos la chabacanería que ya reinaba en la comarca. Todos los hobbits se habían vuelto torpes, como cerdos que se revuelcan en el barro.
Fue por este impacto, que los amigos comenzaron a tomarse las cosas mas en serio, y todo lo que no provenía de buen y noble origen, lo desechaban. Gracias a esta primer decisión "radical", luego fueron distinguiendo lo que realmente había que cortar de raíz, que el enemigo es mas astuto, y te envenena lentamente con cosas aparentemente buenas y útiles. Ellos, por su parte, fueron recuperando la paz interior, y las disposición a la oración y la contemplación; a saber disfrutar de veras una eutrapelia y a vivir alegres dentro de los hogares y no afuera. En síntesis, eliminaron el tedio, y volvieron a ser hobbits normales, con todo lo que eso conlleva. Pero no pasó mucho tiempo, y los demás hobbits los fueron a buscar con las armas. Hobbits, orcos y hombres feos, todos unidos comenzaron a incendiar los bosques y campos de la Comarca, para construir rascacielos, industrias, boliches y burdeles.
Y he aquí que los amigos, bajo el amparo de Gandalf, comenzaron la resistencia final, sabiendo del amargo final inminente, pero con la esperanza de la postrera redención. Resistían con la palabra o con las espada. Sus cercanos fueron cayendo uno a uno, hasta que una noche, mientras permanecían en vela, rodearon los enemigos la casa. Venían con antorchas, flechas y espadas. Los habían rodeado, hasta que de pronto...
Don Virulana de los Gamos
¡Querido don Virula!
ResponderEliminarExcelente final de la Trilogía (aunque lo ha dejado abierto para un apéndice final...). Me alegra que denuncie las maldades de los comunicadores, y que describa sus síntomas y consecuencias. Es verdad lo que dice, es el nuevo anillo del poder, el nuevo encandilador de masas.
Es una Trilogía muy entretenida, muy bien redactada y que atrapa al lector dejándolo necesitado de más. Le felicito por el aspecto formal, cada vez se supera, aunque uno crea que ya no es posible mejorar más.
En cuanto al aspecto material, o al contenido, le comento que me siento muy identificado. Me habían regalado un comunicador la semana pasada, y hace tres días me lo hurtaron. Y he notado la diferencia de vida, la diferencia en el afrontar el día. Uno se va quedando sin tiempo, uno va dejando de hacer lo que quizá tanto esfuerzo le había costado habituarse a hacer, como escribir, leer, rezar a unas horas concretas, hacer deporte (me refiero al deporte templario por excelencia, las justas...). Y cuando me lo hurtaron, descubrí que el día tenía veinticuatro horas, y que había tiempo para todo. En fin, Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Nada tengo yo que lamentar. Y así estoy estos días, sin comunicador, y pudiendo rezar, leer y escribir más. Esto es una maravilla...
Le dejo. Oigo griterío fuera. Voy a ver. No puede ser... ¡Son los orcos Virula! Son los hobbits esclavos, Galadriel profetizó a nuestro amigo Frodo con su visión en la fuente, en aquel bosque. ¡Los hobbits se han esclavizado! Golpean la puerta... ¡No! ¡La están intentando tumbar! Salude a mi familia, y sepa que, si muero, será por injusticia. Muere mi cuerpo, pero no mi alma. ¡Viva Cristo Rey!
¡Maravillosa seguidilla don Virula!
ResponderEliminarAún me "quedó picando" el final... no sé si quiso expresar que el escritor, similar a lo que sucedió en las Minas de Moria, es asesinado mientras escribe y por eso el final no queda escrito; o ¡¡¡esta trilogía tendrá una inesperada parte 4!!!.
Volviendo a lo tratado, (intentando no repetir lo comentado en las partes anteriores), me quedo con una frase que es muy cierta al exponerla: "...fueron tachados de fanáticos y radicales[...]hasta que una noche, mientras permanecían en vela, rodearon los enemigos la casa...". Esto es en síntesis la vida del cristiano: "permanecer en vela"; y agrego palabras de Él mismo: "os perseguirán y os matarán" (pero) "Yo estaré con ustedes hasta el fin". Al oír aquellos "no teman" o "bienaventurados cuando los persigan en Mi nombre" la vida se colma de esperanza y las fuerzas de combate se renuevan día a día, ya en la pluma o ya en las armas.
Abrazo grande,
Don C.
Don Virula -que no "Don Virulana",
ResponderEliminarPara no traicionar el ritmo cartujano que aprendí en mis viajes lejanos, me he dado un tiempo para comentarle su trilogía. ¡Tranquilo!, que no seré larguero...
Me gustó esta última tira por sobre las otras dos, aunque me disgustó ese final de pseudo-suspenso. Digo "pseudo" ya que en el formato de ´diálogos cortos` no es de buen gusto terminar así. Pero el resto de veras que es casi impecable, en su fondo y en su forma. En esto último debe seguir poniendo esmero para que brille más el vestido de sus criaturas literarias, pues bien sé que talento no le falta.
Brindo por esto; nos ha entretenido y aleccionado al mismo tiempo.
Con pipa en mano le saludo,
Hilario.