viernes, 9 de junio de 2017

El "Calzonudismo": un virus en la amistad sincera.


Es sabido y experimentado de todos la pérdida o distanciamiento notable de un amigo por ennoviamiento, o mejor dicho, embobamiento. Esa sensación de lástima mezclada con rabia que genera en los amigos, todos la hemos sentido. Es un verdadero problema en las relaciones de amistad y es un tema tabú que subyace en el círculo de amigos, pero que nadie explicita no-sé-por-qué motivo. Hoy quisiéramos explicar, si nos permiten tan gentiles gallardos, pues creemos que ya hemos perdido algunos amigos, otros han estado al borde del abismo, y algunos han vuelto aleccionados de tal extravío. Por ello debemos tratar este tema a calzón quitado para ver cuál es el problema de raíz y las posibles soluciones, o al menos intentar caracterizar al calzonudo para evitar caer en dicha enfermedad.

Ahora bien, ¿quién o qué es el “calzonudo” también denominado como “trifón”, “calzonazo”, “correa” o sencillamente “dominado”? ¿Qué es el “calzonudismo”? Pasemos directamente a las características del calzonudo que nos iluminarán en el análisis de esta patología o virus tan extendido en nuestros días.

El calzonudo es aquel que, cuando tiene novia, desaparece del mapa. Por mucho que insistan en rastrear a su viejo camarada, los amigos veteranos sabrán que han sido desplazados de sus puestos privilegiados por una atractiva novata. Prefiere la absoluta y exclusiva compañía de su nueva novia a la de sus fieles y antiguos compañeros de batallas.

El calzonudo puede ser quien, por tratar de no desaparecer de la tierra pero a la vez queriendo estar siempre con su novia, la lleva siempre a todas las juntadas, sin discernir si es conveniente o completamente desubicado que esté ella sola con él y sus diez amigos varones, que se encuentran fumando habanos Cafe Crème y bebiendo whisky White Horse en una acalorada “Wiskitulia”.

El calzonudo es aquel que no sabe colgar una llamada entrante de la novia cuando está en presencia de caros amigos. Por esto, el compadre víctima del “calzonudismo” (mal que estamos analizando), será el centro de burlas y vituperios por parte de sus contertulios cuando se retira a mitad de un fogoso y divertido encuentro amical por no saber cortarle el llamado a la novia impertinente.

El calzonudo es aquel al que su novia ridiculiza o corrige en público, minando de esta manera su autoridad e insubordinándose al varón cual felino indómito. El hombre, futuro “caput familiae”, debe ir aprendiendo en el noviazgo a situar a su mujer en el lugar que le corresponde. Esta ubicuidad entre dos supone una lucha que requerirá capacidad de observación y, de nuestra parte, ser un hombre de acción (…y reacción).

El calzonudo, por lo general, es tímido, o bien, esquivo a la hora de conversar con sus íntimos sobre el noviazgo o simplemente sobre su chica. Esto sucede puesto que el compadre se sabe dominado y sometido por su novia quien, según el parecer de la pobre víctima en cuestión, podría estar espiando en algún rincón de la taberna. Más hacia el final diremos algo más de este infundado error ya que es más complejo de lo que aquí esbozamos.

Todos y cada uno de nosotros hemos visto alguno de estos síntomas en amigos ennoviados o embobados. Es cierto que bien pocos han sabido corregir fraternamente a su amigo calzonudo de esta patología, muchas veces por desconocer la naturaleza del calzonudismo, tantas otras por sutiles pero terribles respetos humanos. Veamos si podemos dar algunas simples y toscas pinceladas que sirvan como primera aproximación a un tema tan entreverado y neurálgico que interpela a cualquier gallardo.

Comencemos con decir que el varón y la mujer son dos criaturas pertenecientes al género animal, definidas específicamente como animales racionales. Varón y mujer son criaturas de la misma especie, pero diferentes. Dicha diferencia la marca su sexualidad que se traduce no sólo en una diferencia física, sino en una disposición natural a complementar con todas las potencias del alma la labor que por su sexualidad tiene en la perpetuación de la especie. Digamos que sería una segunda naturaleza. Así, la mujer tiene una afectividad más fuerte que la del varón que le hace ser más protectora con el niño que el padre, o bien ajustado, tiende a manifestar más dicha protección. No pondremos muchos ejemplos pues queremos ir al grano. Digamos a modo de resumen de todo lo que se podría decir que, en la familia, la mujer desarrolla los sentimientos de la prole mientras que el varón desarrolla la racionalidad. Ambos aspectos son fundamentales, ya que racionalidad sin sentimientos es un cerezo sin hojas ni flores, sin colores ni aromas; por el contrario, sentimientos sin racionalidad son las hojas y las flores del cerezo sin tronco ni raíces, informes y sin orden, y por lo tanto, carentes de belleza.

Por el pecado original, la naturaleza humana se ve herida. Pero el pecado original afecta de distinta forma al hombre que a la mujer. Grosso modo, digamos que por el pecado original el hombre tiende a poseer el cuerpo de la mujer y la mujer tiende a poseer el alma del varón. Esta diferente forma de afectación del pecado tiene sentido, pues la mejor forma de atentar contra la racionalidad (propia del hombre) es rebelar y desordenar las pasiones que ciegan el entendimiento y embotan los sentidos, lo que lleva al hombre querer poseer el cuerpo de la mujer. Por otra parte, la mejor forma de atentar contra los veros sentimientos (propios de la mujer) es darles poder de mando y decisión, cuando los sentimientos no están hechos para ello sino que es la razón la adecuada para esa labor, lo que desemboca en la avidez de la mujer por poseer el alma del varón. Muchos son los que sostienen que no es lo mismo tener en el trabajo a una jefa que a un jefe, pues la jefa asfixia con su control, mientras que el jefe da mayor libertad de ejercicio. ¿Y si tal mujer llega a ser jefe de estado? “K”agamos. También muchos son los que sostienen que, lamentablemente, hay más prostitutas que gigolos, puesto que a la mujer no le interesa tanto la posesión del cuerpo, mientras que al hombre desordenado y vicioso sí el de la mujer.

Toda esta introducción medio filosófica, medio teológica, ayuda a entender mejor la figura del calzonudo. El problema latente es una falta de virtud por parte del varón y de la novia, o dicho de otro modo, falta de dominio por parte de ambos. Ella pretende estar presente en toda la vida de él, manipular sus agendas y manejar todos los detalles, ante lo que él está dispuesto a ceder por un par de caricias, un beso apasionado y unas palabras ardientes. Hay una afectividad desordenada en todo esto, y los que pagan las consecuencias son los amigos. Sí señor, especialmente ustedes, los sobrinos del Tío Niebla.

Es impropio que la mujer esté en todas las juntadas de su novio con sus amigos, ya que estos necesitan desahogarse contando sus penas y sus alegrías, sus conflictos internos y sus sueños imposibles en un clima de intimidad y de libertad de espíritu. Si cualquier novia mete sus narices en tales capítulos, muy fácilmente se ganará el desprecio y el recelo del resto de los compadres. Quizá sea una mujer excelente, pero por su entrometimiento se reconocerá como la chusma, o peor, como la bruja enemiga de los muchachos. Así también, puede el mismo amigo de toda la vida ganarse el menosprecio y el enfado entre sus entrañables pares. Sin embargo, para que esto no ocurra (pues a nadie le gustaría que se tenga a la novia de uno cual serpiente venenosa, ni menos a uno se lo considere un real calzonudo), la pareja deberá estar en guardia. Aunque, a decir verdad, la tarea principal la tiene el varón que deberá corregir esto, conscientes de todos modos que mucho ayudará una compañera prudente y sumisa al lado. El varón debe saber decir: “¡No!” o “¡Basta, mi amor!”. Debe saber imponerse con fuerza aunque con inteligencia para mejor dirigir el noviazgo. El varón debe controlar sus pasiones y decidir con tranquilidad de espíritu cómo llevar su noviazgo sana y santamente. Esa autoridad que por orden natural y sobrenatural debe tener el hombre sobre la mujer, debe manifestarse sensiblemente en un sometimiento de la mujer a las directrices del varón. Y muchas más recetas podrían darse para cuidar el papel del hombre en una relación amorosa.

Antes de terminar, vale una pertinente aclaración. Muchos “correas” suelen justificar su actitud calzonuda y enamorada aludiendo a que se está en los inicios de tal relación amorosa; a saber, el enamoramiento. Es esta etapa siempre la más difícil para discernir si se es o no un auténtico dominado. Pero esta distinción entre genuino enamorado y verdadero trifón preferimos dejársela a algún gallardo que sea más ducho en tales distingos.

Finalmente, a modo de corolario, creo que es importante insistir en un punto del que hemos hablado antes; y es el derecho que tienen los amigos de conocer cómo es la novia, quién es, cómo lleva el noviazgo, etc. Por supuesto, para que no se nos malinterprete, esto no tiene por qué reñir con la intimidad lícita y debida en el noviazgo. Es un punto medio, fino. Hay que comprender que los amigos reales velan los unos por los otros porque verdaderamente se aman entre sí, y por lo mismo, se interesan en saber quién es la mujer que presumiblemente acompañará durante toda la vida al enamorado de turno. Con caridad y sencillez se debería hablar con los amigos sobre el noviazgo que uno lleva. Y hacerlo, primero, por compartir la enorme dicha que le embarga a uno en el alma; segundo, para simplemente dar un informe sano y saludable sobre la actual situación relacional; tercero y último, para buscar un consejo, un aliento o hasta alguna corrección. Hay que combatir denodadamente contra esa separación tajante y malhadada que algunos hacen de la relación que tienen con su novia por un lado y con sus amigos por otro. En fin, da para más, pero baste lo dicho por el momento.

¡Fuera esta esquizofrenia calzonuda!

¡Cuidemos el tesoro de la amistad!





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El Emigrante Nostálgico

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