Los
álamos, esos baluartes tan bellos como fuertes que defienden a las viñas del
viento inclemente que podría acabar con sus frágiles frutos. Junto a los álamos, un poco
más al pie de la cordillera están también los pie de gallo, encargados de
defender a las viñas, no ya del viento, sino de la intempestuosa nieve. Los viñedos son cuidadosamente
mimados y protegidos por estos dos héroes que son el álamo y el pie de gallo,
que llevan una vida sacrificada y curtida, en pos de Mendoza y sus vinos, en
pos de los mendocinos. Gesta callada pero hercúlea la suya, como los monjes para
con la Iglesia.
Desto
hablaban Don Camilo di Benedetto y el venerable Hidalgo, cuando le viene a la
testa al primero una canción con exquisita poesía titulada “Destino de pie de
gallo”. Entonces, con la venia del Qujote, afinó la viola y comenzó a cantar:
Destino
de pie de gallo
es
mi destino Señor:
morir
hundido en mi tierra
cacheteando
el aluvión.
Destino
humilde y hermoso
es
mi destino Señor:
defender
la tierra arada
la
viña el huerto y la flor.
Que
venga la correntada
que
yo aguantare el cimbrón,
afirmado
en mis tres patas:
Fe,
esperanza y corazón.
Vida
callada y sufrida
al
aire libre y al sol,
quien
me ve sabe que vivo
feliz
con mi condición.
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Cadenas de pie de gallo
formaremos, si Señor;
no destruirán mi Patria
el odio y el desamor.
Con alma de pie de gallo
cada cual en su función,
encauzará la corriente
por el camino hacia Dios.
Cargado con todo el peso
de la gaucha tradición,
inconmovibles seremos
aunque vengan en montón.
Es ese nuestro destino
hacer frente al vendaval,
para que a nuestras espaldas
la
Patria florezca en paz.
|
Se hizo el silencio profundo y meditativo al acabar la canción. La poesía expresaba a la perfección el anhelo de ambos corazones, por ello no hacía falta añadir nada más. Se dispusieron a seguir contemplando la maravilla que, como bien dijo una vez Don Camilo, el Hacedor había estado pintando la noche anterior para que los mendocinos pudieran deleitar su vista en ella.
Habrían pasado quince escasos minutos cuando se ve aparecer
por la alameda a un personaje con pobladas cejas y nariz prominente. Se dirigía
hacia ellos, lo cual captó su atención. Llevaba bártulos de peregrino, al menos
eso parecía. Al llegar a su lado se presenta con voz alegre y simpática:
-Buenos días, caballeros. Mi nombre es Dialisandro, vengo de
Chile y esta noche no tengo techo en que tirarme, ni bocado que al vientre llevarme. ¿Serían ustedes tan amables de…
-Por supuesto –interrumpió generoso Don Camilo- ésta es nuestra
casa y usted nuestro invitado. Mi compadre se llama don Quijote, es de la
Mancha –al tiempo el Hidalgo inclinaba la cabeza en señal de saludo-, y un
servidor se llama Don Camilo, un placer conocerlo.
-El placer es mío, gentiles señores.
Don Camilo le indicó la habitación en la que hospedarse y le
ofreció un baño para asearse, cosa que el invitado aceptó gustoso. Mientras
tanto, el Quijote siguió donde estaba, un poco molesto por que se hubiera
interrumpido la contemplación en que estaba sumido. Intentó volver a contemplar
pero ya no pudo, por lo que gruñendo fue hacia dentro para averiguar dese
invitado que tanto le había perturbado el momento más deleitable de la tarde
con su llegada. La contemplación ocupaba tres momentos del día en la rutina del
Manchego y Don Camilo: a primera hora de la mañana contemplaban las verdades
sobrenaturales con el rezo de la lectio divina; después del Angelus
contemplaban las verdades naturales con el estudio del Estagirita y el Aquinate; y al atardecer contemplaban las cosas naturales, la
naturaleza, los paisajes mendocinos que tanto elevan el alma. Ciertamente esta
rutina fue elevándolos en conocimiento y gracia, y en sensibilidad también.
Pero esa tarde se vio interrumpida la rutina, eso no agradaba mucho al Hidalgo
que era muy refunfuñón (sería la edad).
---Continuará---
Compadre Emigrante Nostálgico:
ResponderEliminarMe llevé una sorpresa muy grande al verme nombrado y protagonista de un escrito de tal porte. Debo disculparme por mi poco frecuente visita en esta noble Blogósfera que nos conecta. Notará que suelo comentar y responder todo el mismo día (error que es necesario pulir en mi). Pero no crea que no le doy la debida atención a cada uno de sus escritos maravillosos, al contrario, reconozco que usted es uno de los autores por lo que las musas se jactan (y hasta disputan) tener por discípulo. No dejo pasar ni una de sus publicaciones... siga así no le afloje nunca.
Debo reconocer también que últimamente ha sido usted quien no ha dejado que esto decaiga y con magnánima paciencia ha seguido compartiendo con nosotros sus largas horas de pluma y papel, sin recibir con la debida prontitud felicitación de algún integrante. Lo cual reprocho (y aquí me incluyo) a los que ya dejaron enfriar o están dejando poco a poco enfriar en si el furor inicial que nos inundó al ver la reaparición de este flamante Blog. Quiera Dios que esto se deba solo al periodo llamado "época de exámenes finales" que todos en nuestras vidas facultativas debemos transitar en esta época del año.
Pero ahora remitiéndome a su escrito, estoy ansioso de saber en qué termina. Mi imaginación vuela al pensarme al lado del sabio Hidalgo de la Mancha y al saberme embuido en una de sus famosas andanzas nobelezcas. Agradezco el gran gesto de pertenecer a su historia junto con sus personajes, también las notas literarias y la canción nombrada que entono con una guitarra, realmente le estoy muy agradecido.
Sepa que pronto subiré algún nuevo (o viejo) escrito mio para que lo lea y disfrute.
Espero la segunda parte...
Lo saludo cordialmente,
Don Camilo
Compañero de Andanzas,
ResponderEliminarEn breves momentos publicaré la segunda parte. Creo que he sido demasiado eclíptico en cuanto al desarrollo de la misma, y se puede intuir poquísimo cómo desenlazará. Pero no se preocupe, pronto vendrá el desenlace, como le he prometido.
En cuanto a la falta de publicaciones, el deber de estado primero, no deben dispersarse y hacen bien en no estar publicando por aquí (de algo así va el escrito sobre Dialisandro). Yo me encuentro en vacaciones de verano, por ello tengo más tiempo para leer y escribir, por ello no les reprocho ni una pizca, pues sé que están ejercitando la memoria y el entendimiento (y la voluntad) para sacar adelante esos exámenes.
Quedo a su servicio,
El Nostálgico.