miércoles, 9 de agosto de 2017

Consejos de Elvirilacio

Era un día invernal en las tierras de Godoy Cruz en la región de Los Gamos. La luz que Febo regalaba hacía camuflar el frio que azotaba aquellos verdes prados y altivos álamos. Se encontraban en la rotonda de San Francisco de Asís bajo un gran árbol conversando dos gallardos, con boinas en sus cabezas. Uno de ellos era Don Camilo di Benedetto, con su “Lunita”, el otro Don Ábila de la Mancha (sí, Ábila con b mayor) que maniobraba el pequeño fuego que habían preparado, no tanto para defenderse del frio (para lo cual ambos estaban “emponchados”) sino para que este sacase brasas para humear su arguile, tradición familiar que lo acompañaba a toda reunión.




Había un atípico silencio, extraño en esas regiones donde el pasar de los gentiles es constante, que hacía que las melancólicas notas salidas de “Lunita” resonaran largamente mientras los gallardos buscaban la amarga boca del mate para poder contemplar dichosos la pared nevada del Oeste. La cordillera se mostraba imponente como de costumbre, pero aquel día me atrevo a decir que parecía haberse elevado algunos metros y esto generaba una rara sensación en aquellos paisanos que con la mirada perdida conversaban.
-Estoy preocupado cumpa- exclamaba don Ábila, con una expresión amarga.
-Siempre lo estamos…- respondió Don Camilo, callando la guitarra para recibir el mate- pero dígame amigo mío, ¿qué lo trae tan distraído hoy?
- Estoy preocupado por mi ingratitud- dijo el de la Mancha dejando caer la mirada. – No puede ser que, con tantos dones recibidos, con tantas gracias que el Eterno se gustó en darnos, no pueda yo tener un dialogo constante con Él, un diálogo bello, profundo y sincero-.
Y Don Camilo absorto le dijo – Creo saber qué es lo que te apena compañero, yo suelo pensarlo también. Sientes que son cortas las palabras, con poca llegada y que dejan a uno con gusto a poco-.

 – Exactamente – sintiéndose comprendido exclamaba Don Ábila- y me apena más aún la falta de constancia… ¿cómo puede ser que fallemos en hablarle a Aquel que es amor, a Aquel que por amor vino y por amor murió?
Y así sonaban apenados aquellos gallardos, cuando el sol comenzaba a despedirse dejando un hermoso tinte colorado en el cielo. Las montañas de los Andes tuvieron otro aspecto al recibir al sol en sus espaldas, y las ramas de los arboles recibían los últimos destellos dorados en sus elevadas copas; el lugar se tornaba algo más oscuro, no tenebroso sino más acogedor. Una pequeña brisa pasajera provocó que las llamas de la fogata crecieran y el rostro de los jóvenes brillase. Aquel bello paisaje de pronto comenzó a consolar a los amigos, por lo que Don Camilo comenzó a puntear y Don Ábila renovó las brasas de su “pipa árabe”.
En ese momento, sorpresivamente, paseando con rosario en mano iba orando un humilde y trabajador starets del famoso Castell del Monte. Era un viejo y arrugado cura, de mano temblorosa y cabellera canosa, llamado Elvirilacio, famoso por su sencillez y constancia en su deber.
Los gallardos asombrados salieron al camino a saludar al anciano. Estos aprovecharon para contarles su angustiosa preocupación. El de sotana sonriendo les respondió con vos consoladora y paternal: ¡Queridos jóvenes! La oración puede ser bella de muchas maneras, dicha por grandes tiólogos o por humildes viñateros, por grandes maestros o por inocentes niños. Pero tiene que ser bien de uno- decía el anciano sin levantar mucho la mirada- es un diálogo de hijo a Padre.
Y levantado el corvo dedo índice les ordenó: - ¡Pero queridos jóvenes! Si amamos a alguien, ¿cómo puede ser que no esté presente en todo nuestro trajinar? Oren con sus palabras, pero oren todos los días. Se alimentan con comida para el cuerpo todos los días, alimenten su alma con la oración-.
Sin despedirse continuó la marcha el anciano, moviendo las cuentas del rosario entre sus callosos dedos. Los dos amigos quedaron atónitos, habían recibido un simple mensaje, pero profundo al mismo tiempo.
 Se quedaron un momento en silencio reflexionando y luego retomaron su charla con alegría, concluyendo que no importa que tan elaboradas sean las palabras, la sencillez es el modo muchas veces de agradecer, pedir perdón y pedir intercesión al Padre.
Con otro ánimo el di Benedetto comenzó a hacer gemir a la prima y llorar a la bordona. Muchas tonadas y recitados sonaron, entre aquellos como fruto de inspiración se escucharon las siguientes líneas:

Al Padre de los cielos, en mis rezos le agradezco

 que hermosas hizo las flores, sus capullos y pétalos

 Al Tata Dios bendigo, cuando mirando aquellos cerros,

 veo que majestuosas son sus cimas, sus caminos y senderos

Gracias le doy al Padre Eterno, al contemplar el inmenso firmamento,

 con sus estrellas pálidas y su luna cual lucero

 Alabado sea su Santo Nombre, que en su amor imperecedero,

 nos dejó a la sin mancha, como máma del cielo

 ¿Y qué he hecho yo para merecerlo?

¿Cómo le respondo al que dejó la vida en un madero?

 Injusto es mi trato, hombre de barro fui hecho,

 me seduce el mandinga... yo caigo en su juego

 Pero Virgencita querida, a tus manos me encomiendo,

 para que guíes mis pasos y me conduzcas al Cielo…


Continuaron copleando, cuando a la junta se le sumo Don Calixto Medina, provisto de vino de sus pagos, y Don Virula, bien provisto como de costumbre de buenos cigarros. Y otra tarde se perdió, donde los gallardos se desbordaron de charlas, risas, copas y pitadas, mientras las cuerdas de fondo traían las costumbres del pago en sus cantares…



Don Ábila de la Mancha.

5 comentarios:

  1. Excelente don Ábila!

    Qué preciosa reflexión sobre la oración, bonito tema para inaugurar su entrada al blog.

    Qué bellas descripciones, no sé si forma o no parte usted de dicho grupo, pero me da que los domingueros literarios tienen una sensibilidad fina para la descripción, pues tanto don Calixto, como don Camilo cómo usted, posibilitan en mi que pueda casi tocar los paisajes y momentos que en sus escritos describen.

    Le agradezco sus palabras y espero más de usted!

    Un abrazo,

    E.N.

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  2. Don Ábila de la Mancha10 de agosto de 2017, 10:12

    Estimadísimo Emigrante Nostálgico!

    Le agradezco el comentario, y me alegra que valore las escasas palabras de este humilde gallardo.
    Estoy a la espera de otro de sus Alcoholoquios, con los importantes tópicos que tanto nos hacen reflexionar, y que tan bien desdobla con su ágil pluma.

    Un gran abrazo a la distancia.

    Don Ábila

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  3. Don Ábila de la Mancha, con "B", va hacia Ud. una cálida y contenta bienvenida.

    Es bueno que Ud. nos aleccione con su sabiduría traída del Oriente, aprendida entre los imponentes cedros del Líbano. Me alegra que un Gallardo más con corazón inquieto y sediento se sume a la barca GSG. Dios lo bendiga por ello y ojalá se dé una vuelta más seguida por estos pagos.

    Le dejo mi saludo oriental,
    Hilarious.

    PS: me da una gran curiosidad le elección de su nombre; espero que este sábado en la estancia de Los Gamos me devele el secreto.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Sublime Don Ábila! Desde ya, mi fervorosa bienvenida. Lo felicito por su primer escrito, que tan bien representa tantos hechos de orden cotidianos, en que los gallardos somos cautivados por una sana nostalgia. Por otra parte, cómo olvidar las grandes enseñanzas de San Elvirilacio, cura como los de antaño, que ni un huracán podría impedir que cumpla con su asistencia espiritual. Una aguja en un pajal.
    Lo saluda con buen ánimo,
    Don Virula

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