viernes, 11 de agosto de 2017

Crónicas de un regreso fugaz

Queridos Gallardos, saco el polvo de esta historia, pues fue redactada antes del despertar de este preciado blog y se las comparto.

Nota Aclaratoria: Los personajes son todos miembros de la Comunidad Gallarda. Sus sobrenombres en estas crónicas son ficticios pero vienen al caso en el momento en que fue redactada.


Era el último día de vacaciones para el Letón y para mí y junto con el resto de la comunidad reñaquera fuimos invitados por las Damas del Este a pasar el día a Maitencillo. Imposible negarse. Partíamos con Corx hijo de Horash, desposado con una de ellas, y el Colilla. El resto ya había dejado la comunidad porque había emprendido algún otro viaje o porque ya había regresado a su pago. El único que no viajo y prefirió quedarse en Reñaca fue el Camaleón. No sabemos el motivo, pero tampoco era de extrañarse: algunos días idealizaba planes de los más arrebatados y otros prefería dedicarse a la soledad y a la oración.  De ahí su sobrenombre.

Ya que ese mismo día debíamos emprender el viaje de regreso, el Letón planifico minuciosamente cada minuto del día: a qué hora tendríamos que salir, a qué hora llegar, cuando comer y en qué momento fumar el pucho de despedida. No le gustaba andar a las apuradas y su oficio lo había llevado a adquirir tal puntualidad que pareciera que tuviese un reloj en su subconsciente, pues no le gustaba perder la serenidad por el simple hecho de correr contra el tiempo. El plan previo a la partida era el siguiente: almorzar allá y a eso de las 18hs emprender la vuelta para estar con tiempo y evitar así cualquier pormenor que nos pudiera surgir ya que nuestro colectivo a la Mendoza natal partiría a las 21.35hs. Simplemente debíamos llegar a Reñaca para buscar los bolsos y tomar una liebre a la terminal en Viña.  Nada podía pasar, estaba todo bajo control.

El día transcurrió con normalidad entre chistes y vómitos (no de embriaguez)  con la melancolía de ser la última vez que escucharía el canto del Pacífico hasta no sé qué otra oportunidad de mi vida.

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Pasó el tiempo y el regreso era inminente. Levantamos campamento y fuimos a esperar "la micro". Así es, la ideología de género ha llegado muy lejos. El resto decidió volver con nosotros, alivianando un poco la siempre nostálgica despedida. Siendo las 18.15hs, estaba todo bajo control.

El tiempo pasaba pero la micro no. No nos quedaba otra que esperar. Luego de detener a varios colectivos en vano el nuestro apareció. Eran las 19.30 y se demoraría unas dos horas en llegar a nuestra posada, pues según la información que nos dieron había taco (traducido al español: mucho tráfico, atoramiento de vehículos). Comenzaba el contrarreloj y asomaba una aventura.

A esta altura las cosas ya no dependían tanto de nosotros y el semblante del Letón era cada vez más serio. El resto no optamos por la preocupación por el momento aunque debo admitir que se me escapo algún Avemaría y pedidos al Poncha para llegar a tiempo.

Cuando el chofer, que conocía nuestra situación, nos cambió de bondi porque detrás venía otro que iba más rápido comenzó la nueva planificación. Eran las 21hs y nos quedaban todavía 20 minutos de viaje. Yo era el único que podía compartir datos de internet y me quedaba solo 3% de batería en el celular. Teníamos solo un tiro. Corx envió un mensaje a VC, su desposada, que no se había cambiado de bondi, para que fuera a la terminal y demorara la salida de nuestro colectivo. Al mismo tiempo el Letón le enviaba uno al Camaleón. para que bajara los bolsos que habíamos dejado en el  depto de Horash. Antes de recibir respuesta alguna el celular se apagó. La suerte estaba echada y todo podía pasar. Ahora sí, estaba todo fuera de nuestro control.

En ese momento Sam, mi ángel de la guarda, me recordó la vez que recurrimos a Nuestra Señora cuando la Milma no arrancaba a la salida de gutsby, antro de antaño. Procedí de la misma manera lo cual ayudo a que aún conservara la calma y las esperanzas. Las súplicas al Poncha todavía seguían pero ahora se me escapaba algún insulto entre medio.

Nos bajamos y comenzamos a correr al departamento esquivando personas cual Diego Armando esquivando ingleses.

En uno de los atajos tropecé y perdí el parlante que tanto nos alimentó con sus mil estilos de música en esta travesía (desde cumbia fiestera hasta marchas del Ejército Rojo, Mozart y gregoriano) mientras trataba de huir de las arenas movedizas que habían a mi derecha. Corx hijo de Horash se detuvo para ayudarme pero me negué y le dije que siguiera corriendo, pues no había tiempo. Mi vida corría peligro pero con la mochila propulsora pude sobrevivir. El Letón que venía detrás logró detener un taxi rogando que nos esperara en la puerta del edificio. Yo seguí. Llegamos al depto y allí estaba él, con su perfil italiano y su mirada perspicaz, esperando con los bolsos abajo: Camaleón había cumplido su misión. Solo tuve que subir para buscar mis lentes que él no había encontrado. En el depto únicamente pude saludar a Luchito, el primogénito de Horash, que estaba frente a un espejo acomodando su camisa y depilando su pecho. Allí también estaba Corx tratando de localizar un uber porque desconocíamos si la misión del taxi había sido exitosa. Esa fue la última vez que lo vi. No logre despedirme de él y me fui velozmente al grito de -Corre Villefort!- de Luchito pues eran las 21.25hs. Ya con todas mis pertenencias llegué abajo y nos esperaba el taxi. El Letón lo había logrado.

Cargamos los bolsos y notamos que ninguno de los dos teníamos dinero para el transporte que era conducido por un hombre arrugado y algunos aspectos de orco. Estábamos a punto de matarlo con una ballesta y llevarnos su auto pero justo antes de hacerlo apareció el Colilla que inmoló los últimos 10000 de su billetera dispuesto a colaborar con la causa y junto con otros 5000 aportados por el reptil lograron evitar una posible catástrofe y el desenvolvimiento de una guerra. Solo hubo tiempo de decirnos adiós sacudiendo las manos a través de la ventana mientras que desde afuera nos respondían agitando un pañuelo blanco. Quedaban 8 minutos y teníamos que atravesar Viña en horario pico. El viaje en el taxi fue puro silencio. Sin ver la hora sabíamos que el tiempo estaba cumplido y solo quedaba un milagro. Las Avemarías continuaban y  mis suplicas al Poncha ya se habían transformado en amenazas: - "o llegamos o te juro que cuando suba te re cago a trompadas!"-. Sentíamos que estaba todo perdido, pero en el fondo, muy en el fondo aún quedaba algún rayo de esperanza que nos alentaba a continuar el silencio, como si estuviésemos expectantes a que algo pasara, pues de no ser así no hubiéramos subido a ese auto.

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Llegamos a la terminal y el Letón ya había puesto sus tennis para salir corriendo en cuanto pudiera para ver si todavía estaba el colectivo mientras yo pagaba y bajaba los bolsos. Ya había hecho mi tarea cuando apareció con una sonrisa en el rostro que expresaba sorpresa y sin decirme nada tomo su violín y sus bolsos en señal que todavía estábamos a tiempo comenzó a correr. Yo inmediatamente pagué y lo seguí preguntándome como podía ser que nuestra posibilidad de regresar siguiera latente. La terminal era un caos, repleta de gente. Mientras corría todavía asombrado buscando el cartel que dijera Mendoza noté una tenue pero brillante luz a mi costado: una dama de cabellos dorados como el sol, a lo lejos indicándome el camino más fácil con el dedo y diciéndome que el colectivo ya estaba fuera de la plataforma. Y en frente mío otra, no menos brillante pero de cabellos oscuros como la noche, envuelta en mantas como tratando de ocultarse del resto, que me hacía lugar entre la gente gritando permiso como si yo hubiera roto bolsa y tuviera que dar a luz urgente. Por un momento perdí la noción que estaba entre tamaña multitud y fue como si todo se tornara silencio y la gente inconscientemente se movía ante estas luces que no percibían y me abrían camino para llegar lo más rápido posible a mi colectivo. Evidentemente eran las Damas del Este. Todo indicaba, y eso pensamos en ese momento, que habían recibido el mensaje y habían cumplido su misión de retrasar el colectivo por más de que una de ellas había estado convaleciente minutos antes. Pero lo cierto es que no fue así. Días más tarde nos enteramos que nunca recibieron el mensaje, simplemente intuyeron que ese era el papel que debían cumplir en esta aventura.

Detuvimos el bus y subimos con 20 minutos de retraso. Para sorpresa nuestra, cuando estábamos acomodándonos en nuestras butacas vimos algo que nos llamó extremadamente la atención, el parlante estaba allí ¿Cómo llegó? Pues no lo sé.

Una vez sentados, todavía agitados y con las revoluciones a mil, nos miramos y comenzamos a reír. La misión había sido todo un éxito aunque no pudimos despedirnos de nadie excepto del Pacifico y yo del Luchito.

Según la lógica nos equivocamos al realizar el viaje a Maitencillo sabiendo que no era un viaje corto y que podíamos perder el autobús. Nos equivocamos al no haber dejado a ningún miembro reñaquero en el micro que seguía a Viña y que fuese él a la terminal. Nos equivocamos al no tener el celular con batería. Y si siguiera con esta lógica el último día fue completamente una equivocación. Pero si hubiera sido por esta lógica el último día no hubiera quedado en el recuerdo de los que lo vivimos y hubiéramos tenido una aventura menos en nuestras vidas para contar a nuestros nietos.

¿El protagonista? La providencia.

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Don Ojota Fonsé


3 comentarios:

  1. Oh gran Ojota, peligrosas fueron las aventuras que vivimos en aquellos días. Peligroso fue ese viaje de vuelta, y más peligroso aún, aquellos ojos verdes hechiceros, que por poco nos llevan a una santa justa entre nosotros. Por suerte, el maleficio fue destruido a tiempo. Inentendible fue cómo tan largo recorrido, y tan ajustado tiempo, permitiera que llegaran a destino. Creo que un artificio obró exhortando a Cronos a detener su frenesí, sin por eso dejar que los cuerpos continúen en movimiento, lo cual, físicamente es imposible. Por ventura, no nos rige un orbe sujeto a una continuidad indisoluble, sino que tras las leyes de la ciencia, gobierna la ley de la magia, del encanto y del mito. Qué maravilla es comprobarlo, pues el mandinga se ha empeñado en hacernos creer que todo es normal.
    Le mando mis saludos cordiales desde los Gamos. Hace tiempo esperaba su intervención. Ud tiene ánimo y coraje, espada y destreza, para alumbrarnos el neumas con sus escritos. No deje que la tentación del Isengard (o como le dicen ahora, instagram) le robe el bendito tiempo para pensar, leer y escribir. Atienda sus cultivos.
    Don Virulana de los Gamos

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  2. Don Calixto Medina17 de agosto de 2017, 5:18

    Don Ojota!! Que magnifica historia ! Comenzar mi día introducido en su escrito me ha ha hecho muy bien al alma. Por momentos me quedé estupefacto, otras me reía sólo. Y el final, tremendo: la providencia.

    Magnífico !!!

    Abrazo grande

    D C M

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