Estando en su lecho ya de muerte, luego de haber llevado una vida
digna de un regalo inconmensurable como el cielo, se encontraba recostado sobre
si, el General en Jefe de los ejércitos nacionales libaneses Ali Macsad, más
conocido entre sus íntimos, como Peregrino. (Apodo que de pequeño le habían
dado.)
Entre momentos, perdía la memoria y desconocía a todo aquel que se
acercase a dar un saludo o simplemente a mostrar su presencia, aunque entre
todos estos, solo reconocía a uno de tantos, y este era Asad, su nieto de
apenas 14 años. El joven había escuchado de su abuelo y familiares, grandes
hazañas que este había llevado a cabo y de cuanta nobleza llevaba a sus
espaldas por su desempeño en el campo de batalla ya que había sido ejemplo de
un hombre que no derramaba la sangre de sus enemigos en vano y sin razón justa.
Asad notaba en su abuelo la aptitud de vida que sin duda alguna en el momento
en que se transformara en hombre querría llevar para sí.
A causa de la enfermedad que hacia sollozar a el general, su nieto
Asad no se desprendía de estar a su lado y le servía con todo lo que
necesitase. Así fue como en un momento, el anciano le pidió que buscase de
entre los papiros y cajas que habían dentro de un gran armario, un pequeño
bolso lleno de polvo donde encontraría una serie de cartas junto a un pequeño
trozo de tela color rojo con unas escrituras en idioma español. Asad sin
comprender mucho y confiando más en la locura mental de su abuelo se dignó a
realizar tal encargo sin ánimos de encontrarle lógica alguna. Cuando al fin
logró encontrar lo pedido, se acercó a su abuelo y sentándose junto a él, puso
en sus manos tales cartas, pero el anciano estaba ya muy envejecido para
leerlas y pidiose en pequeños murmuros donde pareciera que eran últimos
suspiros, que Asad, conocedor y estudioso del latín castellano, leyese las
líneas que ya poco denotaban su tinta.
Y así, tomando una de varias, junto al trozo de tela roja, alcanzó
a leer lo siguiente en la contracara de la carta;
‘’ Bajo eterna gratitud y en quien apuesto todas mis
esperanzas futuras; Don Juan Manuel de Rosas, Jefe Supremo de la Confederación
Argentina. ‘’
Asad al leer sin importancia lo dicho, dirigió la mirada a su
abuelo y notó que este alzó su sonrisa y largo de sus ojos una pequeña lagrima
que recorrió todo su rostro.
Quedando este atónito ante tal suceso, preguntó a su abuelo;
-¿Que sucede? ¿Estas adolorido? A lo que el general contestó muy lentamente y con dificultad;
-Te he contado mis historias y memorias, he intentado marcar el camino
que debes seguir, pero creo que ha llegado el momento de contarte la última y
más memorable de todas. Por favor acomódate en tu asiento y sírveme un vaso de
agua.
Para el pequeño Asad, era un lujo escuchar a su abuelo y siendo
conciente de que seria la ultima de todas, intento tomar todas las fuerzas
posibles para prestar atención.
Y así el gran hombre tomando una buena bocanada de aire y
expulsándola seguidamente, empezó;
Era 1850 y encontrabame yo con tan solo 15 años en un navío de la
Real Armada española apostada en el mediterráneo para mi aprendizaje sobre todo
lo que tratase sobre la marina. Mi padre –tu bisabuelo- sabía muy bien cuanto
me apasionaba el mar y es por esto que luego de hacer algunos contactos con
viejos amigos, fui designado como guardamarina aprendiz en un buque español, ya
que nosotros carecíamos de una marina militar y los españoles bien
recibían con brazos abiertos a quienes deseasen inscribirse para pelear contra
la fuerza anglofrancesa. Pasada una semana empaque mis cosas y me largue a la aventura. Fue allí que mientras estábamos apostados en Gibraltar
y luego de una larga espera dentro del barco, nos asignaron una misión y era la de viajar
a América, donde un tal Manuel de Rosas con más esfuerzo que material bélico,
defendía el puerto de la capital de su país, Argentina, del bloqueo
anglofrancés el cual llevaba ya varios meses. Fue esa la primera vez que
escucharía nombrar a este hombre. Cargamos nuestra fragata de provisiones para
el viaje y debimos esperar unos 2 dias para zarpar, ya que el viento no era
favorable y peligraba encallar contra las costas de la misma bahia. Finalmente
con viento a favor, emprendi personalmente este viaje motivado, pero a su vez,
asustado, ya que el enemigo, mas precisamente Inglaterra, tenia la mayor y mas efectiva flota del mundo
y esto se había corroborado en la batalla de Trafalgar.
Yo requería de un doble esfuerzo al intentar comprender bien las
órdenes que me daban mis superiores ya que mi curso de español, no había dado
muchos frutos. Todo era muy relajado, los días pasaban y no se había avistado
al enemigo. Pero fue allí, en la rutina misma en la que habíamos caído, que en
una noche muy particular, mientras todos dormíamos –incluyendo a guardias
de turno- el enemigo sorprendió por ambos flancos de nuestra fragata y
descargaron sus baterías dejándonos con múltiples averías que daban un total de
aproximadamente 30 minutos de flote al barco antes de irse a pique al fondo del
mar. Estos buques tan agiles y rápidos no tardaron en izar su bandera y allí
notamos que era aquel enemigo tan detestable.
Nos tomaron prisioneros y nos apostaron en sus calabozos. Nunca
supimos qué ocurrió con las otras dos fragatas que nos acompañaban. Todo era
incertidumbre para nosotros. ¿Estaríamos prisioneros hasta el final de la
guerra? ¿Nos ejecutarían una vez divisada tierra? Pasadas unas
semanas, un oficial inglés no hizo formar en fila y prepararnos para salir a la
proa. Le pregunté a uno de mis compañeros que sucedía y este contestó que habia
escuchado que éramos parte de un intercambio, que Juan Manuel de Rosas
había pactado con los ingleses el intercambio de prisioneros, ya que él había
tomado prisionero a un destacamento inglés en la costa. Allí entendí que todo
el tiempo que había estado prisionero en el navío inglés, había estado frente a
las costas americanas.
Luego del intercambio de prisioneros, llegamos a tierra donde nos
recibieron cordialmente, entendiéndose que peleábamos por una misma causa y
luego de darnos hospedaje frente a la plaza mayor, nos acomodamos allí como
nuestra próxima residencia temporal. Siempre tenía presente a este tal Rosas,
notabase que todos le tenían respeto, no por su cargo sino más bien por cómo
era. Podía ver que allí se vivía tranquilamente, la población era
feliz y trabajadora, muy fiel a Dios. Una y otra vez escuchaba por la calles –
muerte al salvaje unitario- además de tener una pequeña cinta que decía lo
mismo a la altura de sus corazones. Claramente no encontraba
lógica a esto pero daba por entendido que debía ser algo político. Caminaba
y recorría cada rincón de Buenos Aires, ya que poco sabía de estas
tierras tan lejanas de mi nación y fue una de esas veces, que se presentó ante
mí un oficial de rango preguntándome si efectivamente yo era aquel muchacho, de
oriente, el más joven de los prisioneros intercambiados hacía solo 3 días. Yo
un poco asustado conteste que sí, y allí el soldado me comentó que debía
acompañarlo, iríamos al palacio central donde Juan Manuel de Rosas me
esperaba ya que quería conocer quién era y saber como un libanés había
terminado en un buque español como guardiamarina.
Dieronme ropas nuevas y me alinee correctamente para visitar a
este hombre tan particular que a su vez me hacía sentir cierto respeto y honra
hacia su persona.
Luego de haber llegado al lugar, estuve esperando, algo nervioso y
ansioso la llegada de este hombre, quien parecía estar muy ocupado. Pasados
unos minutos escucho a lo lejos de la oficina donde se encontraba; ¡Que pase
este joven!
Segui al oficial que me dirigió por el pasillo donde se encontraba
Juan Manuel y levantando la mirada hacia mí, noto que era un hombre muy
robusto,de cabellos castaños y ojos claros, tenia una mirada penetrante y áspera. Su mirada era tan profunda que costaba mantenerle la vista. Vestía un
uniforme militar azulado con muchas condecoraciones y medallas. También notabase en su pecho este pequeño pañuelo rojo a la altura de su corazón. Luego
de un corto silencio le dije;
-¿Quería verme señor?
-Pues… claro que sí, no es muy común ver a orientales pelear para
los españoles. Se ha corrido de boca en boca la llegada de un muchacho libanes
luego del intercambio de prisioneros.
-A lo que estoy muy agradecido y en deuda con usted. Respondí yo.
Luego de esa respuesta hubo un corto silencio nuevamente por parte
de Rosas, como si no hubiese esperado esa respuesta tan prontamente.
-Ven,acompañame a recorrer la ciudad ya que debo reunirme con
algunos hombres del interior y cuéntame tu historia y de cómo has terminado
aquí. Concluyó Juan Manuel.
Así fue como Juan Manuel de Rosas se encariño,digámosle así,de mi.
Le llamaba mucho la atención mi cultura y costumbres.Lo acompañaba a todos
lados, desde reuniones con políticos hasta para reparar el techo en algunas de
sus quintas. Yo disfrutaba cada momento, me enseñaba el arte de ser caballero y
humilde, y a su vez, ser disciplinado al punto de no ceder. Tambien recibi
por él, el ser siempre un hombre de Dios temiendole como ser supremo del
universo pero a su vez amándolo como el nos ama. Nunca pude saber el porqué era
tan amable conmigo. Tal vez encontraba en mí el hijo que jamás tuvo. Me
invitaba a cenar muy seguido y fumábamos buenos tabacos, fue en una de esas ocasiones
que, luego de la exquisita carne asada que allí se cocinaba, me preguntó si me
interesaba ser su aprendiz, esto, conllevaría mudarme de la calcinante
habitación donde dormía, a una de sus estancias donde allí me instruiría en el
arte de la guerra junto a sus oficiales más fieles.
Yo no dudé ni un segundo, ya que en los meses que llevaba en la Confederación, notaba que era
un hombre de mucha honra y respeto, algo así como un caballero cruzado de la
época, tenía una fe inquebrantable y un amor a la Virgen tan puro como el agua.
Acepte sin dudar ni un segundo. Así fue como al ser aprendiz de él,
no me apartaba de su derecha, lo seguía donde fuere e imitaba su ejemplo. La
gente era muy feliz, siempre que andaba por las calles, lo proclamaban ya que
era el único hombre que había logrado mantener a las provincias unidas a riendas
firmes y distanciadas de los miserables unitarios. Llevaba en mi pecho con
sublime orgullo la ahora bien llamada ‘divisa punzó’ ya que yo me sentía parte
de esta gran Nación al servirle como uno más.
Pero, no duró para siempre la
felicidad y armonía.
Era 1852, había pasado año y medio de mi llegada al nuevo mundo.
Mientras caminaba por el pueblo, algo no andaba bien, el día era distinto, el
viento soplaba fuertemente y en eso se oían rumores de una posible traición de
un alto mando del ejército del norte y de su supuesta alianza con el Imperio
del Brasil. Yo hacía oídos sordos y apresure mi paso hacia la estancia donde me
esperaba Juan Manuel. Al entrar por el pasillo principal, noté a generales y
soldados movilizándose de un lado a otro alborotados por doquier, y al final de
tal pasillo veo a Rosas apostado y apoyado en su Escritorio pensativo. Me
acerco hacia él y le pregunté qué ocurría, a lo que contestó;
-¡Cuán miserable ha de ser el hombre por un puñado de poder!
Allí notaba ya por donde venía la mano, aquellos rumores oídos estaban
en lo cierto.
Y Siguió;
-El general Urquiza, mano derecha mía y en quien confié los
ejércitos del norte ha formado una rebelión y se ha aliado con nuestro enemigo
más fuerte, Pedro II emperador del Brasil. Ahora mismo están uniendo sus
fuerzas junto a la Banda Oriental para combatirnos lo antes posible. He mandado
a constituir el ejército de la confederación, formado por el ejército de la
capital y de los ejércitos de todas las provincias aliadas.
Urquiza, supuesto general fiel a rosas y a la confederación, había
traicionado sus principios más profundos por el hecho de que las políticas
exteriores e interiores respecto al comercio afectaban fuertemente sus
intenciones en la provincia donde era gobernador – Entre Rios-. También podría
decirse que existía dentro de si cierto recelo, ya que siempre fue visto como
una persona de segunda categoría al lado de Juan Manuel. Las provincias lo
tildaron de traidor por prostituirse hacia el imperio del Brasil para asi
servirle de puesto de avanzada contra la fuerte confederación. En la alianza
con el Brasil, se dictó en una de las cláusulas, que una vez vencido Rosas,
todos los gastos del Brasil por tal campaña, serian restituidos por las
reservas argentinas.
Urquiza alentaba a sus hombres y calmaba su mente con discursos
falseados y sin sentido para ganarse a los pueblos cercanos mientras avanzaba
hacia Buenos Aires bajo el pretexto de liberar a la Confederación de las garras
del tirano Rosas y su eterna dictadura ya que defendía su acometido con la
excusa de que Rosas no permitía la organización Nacional al no dictar una
constitución. Esto en realidad era por el simple hecho de que la nación no
estaba preparada para la misma, la confederación estaba sometida bajo un caos
político inmenso y no estaban dadas las condiciones para avanzar en ese campo.
Justo Jose Urquiza tomó esto como caballito de guerra para poder destituir a
Don Juan Manuel de Rosas.
Pasados unos días ya habíamos concluido los preparativos para
avanzar hacia el norte, por donde se acercaba Urquiza. Jamás en toda mi estadía
había visto a Juan Manuel tan decidido a terminar con esta rebelión, pero a su
vez, notaba en sus ojos el peso de la traición, estaba muy golpeado
interiormente aunque no lo demostrase. Varios de sus generales renunciaban el
estar a cargo de su ejército, pues la batalla que se llevaría a cabo daría por
consecuencia el correr de sangre argentina por ambos bandos. Nadie lograba
comprender como se había llegado a esa situación donde por la ambición de
poder, peligraba la libertad. Ya que con la victoria de Urquiza, venia detrás
las grandes potencias europeas que buscaban destruir el comercio interior para
introducir sus mercaderías y así depender ellas como hoy vemos a esta nación.
Juan Manuel sin más remedio, se puso al frente de su ejército y
marcho hacia Caseros, estancia donde se llevaría a cabo la batalla decisiva.
Esto creo yo fue un error, ya que primero, Juan Manuel jamás había dirigido un
ejército tan grande y carecía de conocimiento estratégico para grandes batallas
y en segundo lugar, que Caseros era demasiado lejos de la ciudad de Bs. As. Y
que en verdad era conveniente esperar a Urquiza allí mismo. Aun así, golpeado
emocionalmente, se dignó a dirigir a sus nobles y fieles soldados. Claramente
yo estaba siempre a su lado.
Mientras marchabamos al campo de batalla, Juan Manuel casi no
hablaba, estaba demasiado desintegrado como para dirigir un ejército. Yo
intentaba hablarle sobre estrategias y diferentes planes posibles de batalla
junto a sus más allegados generales, pero este, optó por un estilo básico de
batalla muy favorable al enemigo. Claramente se podía notar su desganado entendimiento
del momento. Hizo una formación a lo largo, la infantería por un lado y la caballería por el otro.
Finalmente, siendo las 06:45 am del dia 3 de Febrero, ambos
ejércitos podían verse entre la disipada niebla. 30.000 hombres de la
confederación se estarían enfrentando contra 24.000 hombres del ejercito del
norte desertor, y unos 6.000 hombres brasileros y orientales. Los primeros
cañonazos empezaron a tronar, no para dar directo al enemigo, sino mas bien
para calcular distancias de tiro.
A las 07:30 los ejércitos ya estaban enfrentados a unos 200 metros
el uno del otro. Urquiza, veía claramente una ventaja ante Rosas por la
posición estratégica de su ejército. Justo José aprovechando al máximo esta
oportunidad, hizo arremeter una sección de cazadores por el medio, para asi,
poder penetrar al ejercito confederado en el medio y a su vez mando a la
caballeria por la retaguardia, esto hizo estragos a los desorientados soldados
de Rosas.
Luego de unas 4 horas de intenso combate, la caballería de Urquiza
finalmente irrumpió con efecto el flanco izquierdo del ejército confederado lo
que hizo pedir órdenes de los generales rosistas a su General Mayor, pero este
se encontraba perdido y no reaccionaba, intente muchas veces despertarlo de
esta rara telaraña donde habían caído sus sentidos pero no logré absolutamente nada. Reiteradas veces insistí que me dejara apartarme de su lado para combatir
al traidor Urquiza pero lo pedido fue denegado cuantas veces pedí. En ese
momento, Juan Manuel hace llamar a sus generales y les ordena que declaren la
retirada. Y dando media vuelta su caballo, se retiró del campo de batalla.
Prontamente acudió a la casa de un diplomático ingles que lo
esperaba en el peor de los casos. Pasaron horas para enterarme que se había
embarcado en un buque mercante junto a tal diplomático con rumbo a Inglaterra.
Cuando llegue a la ciudad, todo era un caos, la ciudad ya se había enterado de
la derrota de Rosas y todos temian la llegada de Urquiza. Fui lo más rápido que
pude hacia el puerto de Bs As para intentar encontrarlo antes de que partiera,
pero..era demasiado tarde. Cuando llegué, lograba ver a lo lejos una
embarcación. En ese momento no encontré fuerza para más, y desplomado caí
al suelo y lloré profundamente en medio del alborotado puerto. En ese instante
un hombre vestido de uniforme me recompuso y me dijo;
-Tú debes ser Ali, el aprendiz de Juan Manuel. Toma, me encargó
que si debía partir, debía entregarte esta carta, donde explicaría el motivo de
su ida.
El soldado sin más que decir, dio media vuelta y se marchó.
Yo estaba atónito y no tardé en abrir la carta, que decía así;
Bajo eterna gratitud y en quien apuesto todas mis esperanzas
futuras; Don Juan Manuel de Rosas, Jefe Supremo de la Confederación Argentina.
Estimado Ali, te preguntarás el porqué no te di conocimiento de mi
posible viaje hacia Inglaterra, pues verás que era de sumo secreto, muchos
espías del nefasto y traidor Urquiza estaban entre nosotros y peligraba que
llegase a sus manos tal información. En esta carta, te dejaré la dirección de mis
tierras para así poder escribirnos y explicar tantas cosas.
En el apuro que la patria me demanda, prontamente volveremos a
comunicarnos.
Luego de leer la carta, tome fuerzas y me dirigí hacia el sur y al
costado de un camino, había un lago donde me gustaba meditar siempre que podía.
Intentaba imaginar porque Juan Manuel, había tocado fondo en sus pensamientos
al punto de decidir exiliarse en el extranjero. Tal vez, luego de tanta entrega
a la patria, tanto sacrificio y trabajo hacia su tierra, jamás hubiese
imaginado ser traicionado por sus semejantes. A tal punto que no encontró remedio
que le hiciese entender o sobrellevar tal carga. Tal vez vio en el exilio mismo
la manera de olvidar para siempre, como su propia patria lo había traicionado.
Tal vez vio en el exilio, la única manera de mantener la poca dignidad que sentía
aun tenia.
Pasadas algunas semanas la confederación era un caos total,
Urquiza con su organización nacional, había traicionado a los principios básicos
de la nación, la corrupción había vuelto, los unitarios retornaron, la libertad
y soberanía argentina se habían perdido para siempre.
Los últimos
meses fueron un doloroso ejemplo de corrupción, incumplimiento de la
ley, la cultura argenta fue reemplazada por el
nuevo estereotipo europeizado y la economía fue
violentada en contra de las provincias del interior. Lo que una
vez reinó con la soberanía argentina, se fue junto con Juan Manuel de
Rosas, para no volver nunca más.
Peregrino Libanés