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miércoles, 14 de febrero de 2018
Un Regreso Anticipado
"Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión". Ps 136
Volves José? Pregunto el cura al relatarme la trágica noticia.
Ya era domingo. Al amanecer, luego de haber orado con incertidumbre de los hechos la noche anterior, di la respuesta: vuelvo. Antes de partir se me fue ordenado preparar el bolso, no estaba preparado para ordenar, menos para retornar. Cumpliendo ordenes por mera inercia, prepare los ropajes, cargue todo a la "traveller, peugeot" y partimos.
Fue un día distinto, sin ánimos de conocer, sin ánimos de hablar, de reír, sin ánimos de nada. Visitamos aquel día unas ermitas de monjes, a pocos kilómetros de Viccio, mas mi alma no estaba allí, estaba junto con mi amada sufriente. Luego del almuerzo, los deliciosos sanguchitos, arribamos a la magnífica Florencia, pero esta vez no fue para adentrar en sus calles y plazas, sino para el principio del fin.
Me aconsejaron caminar hacia la cúpula, aquella gran estructura denominada stazione. Rápidamente los viejos compañeros de peregrinación y nuevos amigos, comenzaron a saludarme, no hice mas que corresponder esos abrazos sin saber lo que significaban, claro! costo días entender que eran un adiós, hasta pronto! Valija en mano, mochila al hombro comencé a caminar, era una nueva peregrinación, escucho a lo lejos un saludo final del hermano del Young Writer, me di vuelta y le extendí la mano.
Ahora si, estaba solo, completamente solo. Camine hacia el lugar indicado, tome el primer tren hacia la ciudad eterna hablando un idioma nuevo: español-italiano-ingles. Algunas horas mas tarde, baje del transporte en Termini y salí a las calles romanas. Decidí pasar la noche en la posada mas económica de la zona, y habiéndome acomodado, salí a caminar. Me fue difícil deleitar mi alma por aquella ciudad, estaba inquieto, sufría no poder acompañar allá mismo a mi doncella, sufría no encontrar al Dios vivo dentro de una capella abierta, era de noche ya. Recorrí hasta cruzarme con una monumental obra construida en piedra de miles de años, la llamaban el coliseo, empapado con la sangre de los mártires. Pero mi alma no descansaba, me pedía a gritos dar fin al viaje y volver a la patria. Retome al paradero y logre descansar, al menos físicamente.
Sonó la alarma, estaba amaneciendo y era un día largo, había que partir. Pidiendo algo de ayuda en el idioma ya mencionado llegue al aeropuerto. Fue una mañana totalmente agotadora, entre tramites y demás pase por la capella de Fiumiccino a pedir fuerzas y alguna explicación a todo lo sucedido, donde únicamente recibí insultos de una señora de habla inglesa. Tomando el vuelo hacia la tierra de Isabel y Fernando, logre apreciar una de las bellezas del Padre, la isla de Córcega. Arribe al país donde vive el emigrante, pero esta vez no fue para cantar tonadas y zambas con wiskys y habanos, sino fue una visita fugaz sin siquiera poder abrazar al gallardo.
La historia se repite, solo, desamparado, con la mente en la mujer que robo mi corazón. Tramites, esperas, recorrer aquel inmenso paradero de los cóndores automatizados y como no puede faltar, una visita a Aquel que me dio todo, Aquel que fue mi único compañero en aquellas andanzas fugaces e inesperadas. Todo se asentó en un corto instante, retomaría a la ansiada Patria por la mañana siguiente en un cóndor denominado airEurope. De a poco mi alma comenzó a cobrar vida por la mera idea de reencontrarme con ella, ya no era yo, sino el ansia que habitaba en mi lo que me movía, el motor para trasladarme a la puerta indicada en el instante previsto.
Aquella noche no pude dormir, no por la incomodidad de los sillones que moran dentro del ave sino porque el corazón latia muy fuerte de solo pensar en pisar la tierra de mis padres luego de todo un ciclo entero lunar.
Al descender del cóndor, pasando por largas filas de burocracia y poder salir al exterior, recibí un golpe en el pecho, una ola de calor me penetró hasta lo mas hondo pero ya nada importaba, estaba en la extensa argentum y cada vez mas cerca de mi tierra pequeña, la que asoma desde Lavalle a Malargüe, desde la majestuosa Aconcagua al eterno arco desagüadero.
Largas horas espere por el siguiente cóndor, de nombre AA. El corazón no podía mas, el sentimiento experimentado se asemejaba al de una pieza de música clásica, llegaba a su fin, sonaban tambores y cítaras, clarinetes y flautas, violines y violonchelos, el director movía sus brazos como olas embravecidas, todo se terminaba pero todavía faltaba. 13 D era el sillón que me llevaría, el mas reconfortable de todos porque daría el silencio definitivo a la obra, volaría directo a la katarsis.
Era de noche, todo estaba oscuro salvo algunas luces muy dispersas en el suelo. No podía leer, no podía escuchar, ni podía mirar la pantalla frente a mis ojos. Decidí terminar la peregrinación como empecé, dando gracias al Padre por todo lo recibido, y fue allí, sumergido entre salmos cuando ore con el profeta: "nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión". Levante la mirada y me desplome, vi a lo lejos, pero mas cerca que nunca a mi querida Sión, mi patria chica, mi Mendoza.
Don José del Alba
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Carísimo Don José,
ResponderEliminarQuién se atrevería a declarar opinión alguna sobre su actuar que no sea para decir con la mirada en el piso y una voz tenue, admirable, amigo, admirable... Pasando cuentas por usted y su mujer, un fuerte abrazo.
Estimado don José,
ResponderEliminarPrimero, mil gracias por tan exquisita publicación. Adhiero el comentario de don Zaqueus. Se ha revelado usted como escritor nostálgico! Me alegra verlo en esta bitácora, y con semejante escrito tan bien hecho formalmente, y tan arrollador en su contenido.
Me mantengo en oración por usted y su amada. Dios quiera que volvamos a vernos, que me supo a gloria breve nuestro encuentro.
De nuevo, mil gracias, impecable.
Querido Gallardo del Alba,
ResponderEliminarAsi es, usted es un verdadero gallardo. La decisión de elejir volver, de elejir pasar del ocio y la belleza a acompañar con el corazón y su presencia tan terrible suceso, considerando que fue de un dia para el otro, que habian kilometros y kilometros de distancia y que renuncio a todo solo para estar junto a su amada hablan de que usted es un verdadero gallardo y digno de admiración.
Muchas gracias por este escrito y bienvenido a este rincón de románticos.
Lo quiero.
+DOF
Reverendo Don José del Alba! Que inmensa alegría verlo por acá. Hace tiempo esperaba su visita, espero que sean muchas más. Los gallardos le dan una gran bienvenida. Su escrito es deliberadamente atrapador. Gran aventura es en la que el hombre es puesto a prueba en la soledad. Es justo allí, alejado de todo ser querido donde se demuestra el espíritu de aventura que tuvo Bilbo. Por otra parte, me conmueve sobremanera la forma en que usted describe aquella nostalgia. El tema daría para miles de entradas. Es algo realmente misterioso, el hombre en cierto modo está configurado para volver a casa, siempre posee esa espína, la espina del destirro. Y es justamente fuera de casa donde usted extraña este querido lugar, por encima de toda belleza ajena, innegable, pero pierde valor al no ser la Patria. La patria contiene todos nuestros anhelos y recuerdos, y dudo que alguno de nosotros pudiera soportar un exilio de muchos años. Además, la nostalgia que usted siente, no es más que una pequeña manifestación del deseo de volver a la casa del Padre, de donde venimos, y a donde vamos. Mientras tanto, somos peregrinos.
ResponderEliminarLe agradezco su gran entrada,
Un saludo cordial,
D.V.
Querido Don José:
ResponderEliminarMe ha dejado sin palabras su escrito, no conocía esta faceta suya y la verdad he quedado sorprendido. En todo momento su historia me atrapó y me emocionó. Me alegra mucho que se haya unido a los gallardos y coincido con los demás en felicitarlo por tan digno accionar. Rezo por usted y su doncella
Un saludo
Jimmy
Don Jose del alba:
ResponderEliminarme conmovió de principio a fin su escrito. Admiro y aplaudo como actuó en ese momento... nos es de gran ejemplo! gracias.
Don eutrapelio.