Eran
ya las diez de la noche en la ciudad ” chacrense” alejada de la “De los Gamos”.
Entraba gran cantidad de individuos al bar, cada uno era portador de un rostro
peculiar y alegre. Cada cara parecía reflejar gran emoción al saber que no tenían
hora de partida. Tan alegres se encontraban aquellos que parecía que el
cantinero se había olvidado de cobrarle un par de pintas. Todo el clima que se respiraba en “el
bar del Fader” era de alegría- falsa alegría-, libertad-libertinaje- y agresión-
egoísmo-. Pero justo en una esquina sur de la posada, frente a la ventana que
parecía traída de la comarca por tener marcos redondos y de madera, se
encontraba un sujeto de mediana altura, flaco con una boina color bordó como
vino tinto “syrah” del 2003, gran reserva, que adornaba su cabeza. -Ah! Casi me
olvido de un detalle, aquél sujeto poseedor de una gran y espesa barba se
llamaba Don Calixto Medina.
¿Se
encontraba sólo? Tristemente así era, pero esa situación no duró mucho tiempo
porque luego de unos instantes, y después de un par de cigarros se sentó junto
a él un hombre robusto, de hombros anchos y dueño de una majestuosa barba. Y dando
un golpe sobre la mesa con el puño exclamó: Don Calixto, el medina, el poeta!¿me
reconoce?- Y dando un salto como cuando un niño es asustado por la espalda, se
puso en pie el Calixto. Y clavando sus ojos en el otro sujeto dijo: No lo creo!¿en… en… en verdad es usted? ¡Que
agradable sorpresa Emigrante, o don Pelayo! Siéntese, siéntese por favor- Y
mientras los dos se acomodaban en sus asientos, don Calixto se encargó que
trajeran un Whiskey escocés para que disfrutaran mejor de tan agradable encuentro.
Pues
dígame, ¿qué lo trae por aquí?- preguntó ansioso Don Calixto.
Y
encendiéndose un habano cubano, respondió con altura el Emigrante- “el amor”. El
amor a mi patria, a los amigos, al folclore, la literatura, las montañas, a
Cristo… - Se quedó un instante en silencio mirando cómo la joven mesera servía
aquella bebida espirituosa, y luego de unos segundos sentenció- ¡pero vale tío!
No vengo a hablar de mí, vengo a retarlo a un duelo, un desafío.
Un
desa….?- y antes de que pudiera terminar la pregunta, el emigrante dijo: nono,
olvídalo, es absurdo.
Hombre,
¿por qué se ha tirado para atrás?- preguntó el medina con gran incertidumbre.
Porque
lo he pensado mejor- dijo el robusto que ya iba por la mitad de su habano.
¡Se
equivoca!- dijo medina mientras lo señalaba con el dedo- usted arrojó la piedra
y ha escondido su mano…
Está
bien, tiene razón. Lo que yo quería ver era qué tan alta era su capacidad
descriptiva- respondió el quasiespañol sirviéndole un poco mas de Whiskey a su
compañero de conversación para que no se enoje. Ambos se miraron durante unos
segundos cuando Calixto mientras encendía un cigarro dijo- a ver… expláyese un
poco mas…-
Pues
bien, mire esta imagen tan simple y hágame la descripción más bella que pueda
de ella- dijo el ex –pelayo.
Yo
creo que se pone a prueba uno describiendo cosas pequeñas y cotidianas, igual
no especialmente bellas, pero que las palabras logran hacer emerger esa belleza
latente en las cosas- añadió el Emigrante como si fuera un catedrático
profesor.
Creo
que entiendo cuál es su punto- dijo el melancólico por naturaleza mientras
entibiada su garganta con aquél liquido importado.
Si
la Belleza es un trascendental del Ser, todo cuanto es, tiene algo de bello-
exclamó el hombre grande- incluso las cucarachas.
¿¿Las
cucarachas?? No puede ser, ellas junto a las arañas son intrínsecamente malas y
no tienen nada de bello- dijo el medina apretando los dientes.
Jaja,
me hace reír cumpa! –Expresó entre risas el Nostálgico- pues le retruco, le
daré una oportunidad mas, le voy a dar otra imagen para que describa. Si se
atreve, claro.
Don
Calixto sabía que el tono de la voz de su compañero se había tornado un poco
sospechosa y pícara, como si estuviera tramando una trampa- pues claro que
acepto, muéstreme la foto!- sentenció.
Esta
es su imagen, le deseo suerte- dijo el fumador de habanos.
No!
Usted es diabólico, sabe que no tolero esas cosas. Es imposible. Me doy por
perdido.- dijo Calixto decepcionado- lo único bueno que tienen es que fueron
creadas por Dios- agregó entre risas.
Hábleme
de la cucaracha, descríbala, haga lo que sea para convencerme de que tiene
cierta belleza, y de que es digna de compasión- afirmó con voz ronca su amigo-
luego usted me dará una imagen a mí.
Don
Calixto pensaba para sus adentros que sería imposible describir bellamente una
creatura horrenda y menos en tan poco tiempo y bajo presión. A pesar de eso,
hizo silencio y tomando un lápiz y papel que llevaba en su bolso empezó a
escribir. Luego de unos minutos expresó haciendo referencia a la despreciable
cucaracha:
“Marrón
oscura, como si quisiera imitar el tímido y llamativo color que de las montañas
de los Andes se puede ver, es aquella creatura que todavía cree en el amor, en
el amor fecundo que cree en la generatividad de la que habló Erikson ( procrear
y velar por el bien de los suyos). Es aquella que a simple vista uno tiende a
espantarse, sorprenderse -¡¡pobre de estos incultos!!- nada saben de éste bello
animal que sin dudar trata de esconderse, de no ser visto, pues quieren
practicar la humildad a toda costa, es decir, ir por lo bajo con la cabeza
gacha pero siempre mirando a Dios...”
¡Bravísimo, buenísimo! Muy
bueno!!- alardeaba el nostalgioso- es todo un reto esto, está bien para
ejercitar la descripción, son pequeños trucos que le enseño.
Bien, ahora es su
turno- dijo con voz atrevida el medina- aquí está su foto- y se la dio convencido
de que no iba a poder decir cosa bella sobre ella:
Perfecto! – y encendiendo
otro habano empezó a escribir el Emigrante. Pasaron varios minutos, mientras
salpicaba el papel con sus palabras parecía que estuviera iluminado por los
ángeles. Cuando terminó de escribir, alzó la mirada y dijo:
“Esas
bolsas con fragante olor punzante que duelen al sentido, pero son delicias para
la voluntad, pues nos ejercita en virtud.
Pero
pobres bolsas, ellas no tienen la culpa de ser lo que son, su esencia vino
determinada por otro, y obran lo mejor que pueden dentro de sus límites. Y es
que nos enseñan que, a pesar de ser despreciadas por toda la sociedad, y
echadas a un vertedero, siguen desprendiendo, a su medida, una fragancia al
cielo, con los medios de que disponen por naturaleza. A cada cual se le pedirá
según sus capacidades...
Aún
así, difícil era distinguir si había bolsas de basura, o más bien eran las
miserias del hombre amontonadas. Había de todos los colores y formas, enfermos
mentales, verdes, paralíticos, rojas, mancos, grandes, leprosos, con comida
podrida, cojos, rotas, ciegos, malolientes, mudos... Toda esa miseria física
era poca comparada con la miseria espiritual que había debajo de esa material.
Toda amontonada, toda desesperada. Efectivamente, esa basura me recordaba a la
miseria humana que era fruto del pecado, y que no tenía redención.
Pero,
así como un basurero con amor, dolor y paciencia va cargando esas bolsas para
dejar limpio el suelo, así nuestro Dios vino al mundo para cargar nuestras
miserias y dejarnos limpios. ¡Con qué amor nos cargaba Dios!, ¡con qué cariño a
pesar de nuestros desprecios! Veamos la similitud del humilde basurero con la
del humilde Niño Dios, cómo es una profesión que nos enseña a renunciar a
nosotros mismos, a sufrir con paciencia, a ser otros Cristo, y abrazar con amor
cada bolsa de basura, sea verde, negra o roja; grande, mediana o chica;
maloliente, esté rota o abierta.
Qué
Amor tan infinito el de Dios, que nos amó siendo nosotros miseria. Y siendo
aquello bolsas de basura, el basurero qué grande amor que tiene."
Don Calixto lo miró a
los ojos, le dio un apretón de manos a su querido amigo y se marchó, pues no
era digno de estar sentado en la misma mesa con aquél hombre, que era un mago
en el arte de describir.
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Don Calixto Medina
Carísimo don Calixto!
ResponderEliminarGrato es a mis ojos ver un escrito suyo, y más un escrito en el que compartimos una aventura: ¡la de describir!
Me estuve riendo un rato con este relato tan bueno como verídico. Pobre cucaracha! Pobre bolsa de basura! ¿Es que nadie se tomó la molestia de señalar lo bello que tienen éstas cosas? Ahí estamos don Calixto y un servidor.
Quiero más de ese whisky, y quiero más de su compañía para charlar tanto de la belleza, como del bien, como de la verdad.
Un fuerte abrazo en Cristo, y gracias por hacerme partícipe de su relato.
E.N.