martes, 13 de febrero de 2018

Relato de un corazón encandilado

Fue Zaqueus en busca de Isabella, según lo planeado, un miércoles a la tarde. Como cada una de las veces anteriores, su pulso iba acelerando a medida que caminaba dispuesto a llamar a la puerta de su hogar. Por quinta vez tocó el timbre y cuando salió ella, tuvo que disimular lo impresionado que estaba de su belleza, pues no salió sola, sino que a su lado venía una de sus hermanas para controlar que el de la Guerma no fuese un peligro para Isabella. Luego de un saludo cordial y de una corta serie de preguntas pudieron marcharse juntos, como lo habían planeado. En ese momento pudo Zaqueus mirar detalladamente el atuendo de aquella bella niña, su corto conocimiento en vestimentas hace imposible poder usar nombres propios de prendas, pero sin lugar a dudas podemos asegurar que ella lucía realmente hermosa con su vestido azul, que había escogido para deleitar al sensible hombre. Abrumado por su presencia, él condujo hasta un lugar conocido por el nombre de "El Rosedal" y allí, luego de preparar un pequeño "campamento" en el suelo, le entregó un obsequio: Una bolsa de cartón cargada de dulces (sabía que a ella le gustaban), y en medio de estos, elevandose hasta llegar más alto que la misma bolsa, una rosa blanca con tintes rosados en los pétalos, bella como su dueña.



 En aquella flor de la bolsa se identificaba Zaqueus, pues también su corazón sentiase elevado cuando los ojos de ella lo envolvían entero como escrutando cada detalle del pequeño hombrecillo que, lleno de gozo por su mirada y anonadado por tal regalo, permanecía silente dejando que ella recorra con la vista su corazón. ¡Oh,sí que es raro pensar que alguien pueda ver corazones! Pero quien comparta una mirada con Isa la Bella sabrá que estoy en lo cierto.

Luego de algunas horas de charla, Zaqueus se dispuso a tocar la guitarra, confiando en el poderoso cortejo que ofrecen las zambas, preparó la garganta, pero cuando levantó la mirada sucedió algo inesperado. Había llegado la hora del día en que la temperatura comienza a bajar acompañada de una fresca brisa, y las cosas bellas del mundo comienzan a brillar con fuerza sabiendo que en pocos minutos su luz morirá con el día para dar lugar a la noche oscura. Pues bien, en ese contexto destacaba Isabella brillando con una elegancia desbordante, los últimos rayos de luz del día caían sobre sus hombros descubiertos dibujando así una silueta que separaba los rayos de luz que caían inertes sobre el suelo de los que volvían a cobrar vida sobre su piel, haciéndola brillar como nunca antes. La fresca brisa cargada de su perfume calentaba los pulmones de Zaqueus, y la misma hacía bailar sus cabellos castaños que iban tomando el color anaranjado propio del sol poniente. Con esa imagen de frente quiso cantarle, pero se le olvidaba la letra, presa del nerviosismo, y cuando esto no ocurría notaba que estaba cantando en una tonalidad errada y no era capaz de corregirla. Luego de unos minutos pudo entender que Isabella es una elfa, y que ese ser abrumado por su mera presencia ocurriría cada vez que se vieran. Sin perder el asombro por estar cara a cara con una elfa, logró acomodar su voz y cantar otra linda canción para ella y, por primera vez, pudo comprender al enamorado Don Camilo, pues extasiado pensaba "Realmente es así, sería capaz de cantar todita la noche pa verla bailar".



Cuando ya el sol se puso detrás de las lejanas montañas, fueron a cenar a una acogedora y romántica estancia. Ella entró con su elegancia aplastante y, como si no supiera que había una decena de ojos clavados sobre ella, sonriendo a Zaqueus caminó hasta un rincón apartado. Separados por una pequeña mesa comieron, rieron y charlaron mirándose a los ojos y, al terminar, el camarero retiró los platos dejando libre la superficie de mesa que los separaba. Él vio la oportunidad y cerrando los ojos con pavor, tomó su mano de un sólo movimiento rápido y certero. El tacto con su piel hizo recorrer una sensación electrificante por todo su cuerpo, con miedo abrió los ojos para mirarla y ella le regaló una sonrisa que borró todos sus temores. Luego de unos minutos, mientras charlaban tomados de la mano, ella comenzó a pasar lentamente sus dedos por el brazo de Zaqueus ¿Podría el cariño vencer a la biología, es posible? ¿Acaso es el amor más fuerte que la naturaleza? Pues él podría jurar que la sangre que corría por sus venas en ese momento frenó su movimiento natural y comenzó a seguir perfectamente el "subir y bajar" de la mano de Isabella. Luego de unos minutos, consciente de toda la verdad que nacía en su corazón, emocionado tomó sus manos y mirandola a los ojos, !Oh esos ojos!, dijo: "Te quiero niña"

10 comentarios:

  1. Bellísimo relato Zaqueus. Me ha conmovido profundamente y espero ansioso conocer más sobre esta fabulosa historia. Sin dudas es una elfa de Neldoreth, en el reino de Doriath.

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  2. Querido Zaqueus, es usted todo un eximio poeta, jamás había visto escrito poesía tan bella hecha en prosa. Tal es así, que hasta logré sentir el escalofrío que le corrió en esos momentos en que usted se jugaba la vida entera frente a su querida elfa. Este escrito amerita juntarnos, cerveza y ravioles de por medio, como usted bien sabe.

    Don Camilo

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  3. Mi más querido Zaques de la Germa, noble entre nobles, de una madera que porta una sabia realmente mágica. Lo saludo desde los gamos.
    Su entrada es excelsa, mágica y sublime. Historias como estas demuestran que Beren y Luthien siguen viviendo, siguen educando a sus fieles en la aventura del amor puro y sagrado, bello y romántico, como cuento de ada recobrando vida. Y en verdad es por estas cosas que uno siente que vale la pena soñar con historias en este mundo, que los cuentos verdaderamente existen. Largo y peligroso fue su camino, más al fin ha llegado.
    Le agradezco por devolverme el ánimo y la esperanza. Feliz es la hora en que un sobriniebla llega a la orilla envuelta en luz, bajo un tibio amanecer. Quiera el Señor que nos encontremos pronto en aquella playa.
    Lo saluda conmovido, su servidor,
    Don Virula

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  4. Excelente Zaqueus!

    ¡Qué locus amoenus! Me ha sorprendido esa capacidad que tiene de hacer los detallitos tan importantes, de pararse en la belleza de los pequeños gestos. Eso es loable. Y denota un corazón observador y sensible.

    Muchas gracias por su escrito! No nos deje sin más!

    Un abrazo

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  5. Don Calixto Medina14 de febrero de 2018, 5:30

    Zaqueus!!

    Ud sí que es un romántico de los románticos. Ud es un enamorado del amor. Ud sabe lo que es bueno. Sinceramente su escrito logró que mi piel se tornara como la de una gallina. Es la descripción más delicada y cierta del amor. Espero y rezo para que esta historia siga adelante de la mano de Cristo.

    Pensará que es Ud un afortunado por encontrar a una Elfa de tal porte, pero se equivoca, ella es la afortunada de encontrar a un hombre tan viril y sensible como Ud.

    Un abrazo grande y gracias !

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  6. Don Zaqeus

    Para no repetir los ciertos comentarios de mis amigos gallardos, solo quiero darle las gracias. ¡Cuánto amor volcó en su relato! Me sacó de las tinieblas mientras lo leía.

    Una vez más, Gracias!

    Abrazo y adhiero a Don Camilo, adeuda cerveza y ravioles de por medio con mas sobre su romance

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  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  8. Querido amigo Zaqueus,
    Sublime descripción de lo acontecido, cada vez quedo mas sorprendido de su pluma. Comparto con los demás en que es un romántico con todas las letras. Espero seguir leyendo más de usted
    Un abrazo
    Jimmy

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  9. Mi estimado amigo Zaqueus,

    Por ventura y viaje me había perdido numerosos relatos e historias de amigos. Aunque ésta es una de aquellas que merecen ser leídas con un nostálgico vino en mano. Las historias de amor son comunes a los hombres, más al leerlas, (y con eximio detalle) nos permiten transportarnos al mundo de lo inconmensurable, de lo profundo, de las cosas bellas y sencillas. "Donde está el amor, está el ojo", y creo fielmente mi amigo, que su amor permite hacer foco en las cosas bellas, aunque simples, de los contornos, detalles, actos, miradas y gestos de una dama. Porque cuando hay amor, el ojo se agudiza, y capta movimientos no antes percibidos; y al percibirlos más y más, se retroalimenta el amor. Si la música es el alimento del amor, dirá William Shakespeare, ¡tocadla! No dude en tocarla mi amigo, que no solo se basa en rasguir de guitarras, sino también en cada detalle pensado para "llevar, y conquistar a la amada".

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