Sonó el despertador a eso de las siete de la matina, preparé los mates y partí rumbo a la
Lujanita Merina, tierras amplias de la región cuyana que invitan, junto al
silencio, a meditar los grandes misterios de esta vida. Como de costumbre
comencé a pasear entre las floreadas plantas y árboles del jardín, buscando un
lugar donde aquietarme junto a mis tempraneros mates. Decidí sentarme en
compañía de un rosal, ensombrecido por un anciano liquidámbar de unos noventa
años. Cerré los ojos unos instantes, la suave brisa que acariciaba sutílmente
los longevos álamos, junto al cantar de las alegres aves, agradecidas por el
clarear del nuevo día, formaban la más pulcra melodía. Fueron breves minutos de
centrada escucha, pues debo decir que entraría en un sueño profundo, si así
permanecía, cual niño en los brazos de su madre. Pero semejante obsequio del
Creador se guardó, como cuyana tonada, en mi corazón.
Rápidamente cebé el
primer mate, dando el sorbo inicial, como para humedecer la garganta, miré la ramificación de uno de los brazos
principales del liquidámbar, pude percibir un indefenso capullo, que colgando,
se mecía con el viento. Claramente la tradicional efusión de yerba agudizaba
mis sentidos externos.
Me levanté con la
intención de trepar un poco el árbol, para ver más de cerca el preciado
capullito, imaginando la cantidad de dificultades que ha atravesado, causa de
lluvias, fuertes vientos y aves traviesas, por lo que se tornó más familiar y
cercano a cualquiera de nosotros, ya que esta vida pasajera tiene en su camino
grandes cruces y sacrificios. Pronto lo examiné con mayor cautela mientras recordaba las clases en la primaria
sobre la metamorfosis de las mariposas y sus cuatro etapas: huevo, oruga,
capullo o crisálida y por ultimo mariposa adulta. ¡Qué cosa brillante! Pensé
por mis adentros, mientras lo miraba detenidamente. Este pequeño ha avanzado
dos grandes escalones y está transitando el tercero, el más duro de todo,
puesto a que debe permanecer inmóvil, quieto u orante, yo diría, mientras en su
interior está formando una bella flor, una hermosa mariposa que saldrá volando
a recorrer las plantas y a encargarse de su polinización.
Quedé sentado en la rama del árbol mientras repetía una y otra vez “que noble tarea le espera”. Muchas cosas podemos aprender o recordar del capullo, o mejor dicho de la
torpe oruga que le habitaba. Pero me detuve en una, quizá por el tiempo que
estamos pasando, no lo sé, pero es que olvidándose,
dejándose morir, momentáneamente, termina siendo una hermosa mariposa que da
vida. Y fue en ese momento que comprendí que ese capullo era vivo reflejo de
Dios, su mismísimo Creador.
“El que ama su vida la
pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida
eterna.”(Juan 12:25)
Alcandora Tuk
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ResponderEliminarEstimado Alcantora:
ResponderEliminarQue bella manera de describir en tan pocas palabras! En un pequeño escrito, se ha dicho mucho mas de lo que se lee. Por otro lado, permítame decirle que mientras leía su escrito, no pude no conectar sus palabras con el ocio mismo, por que eso mismo es, el detener la vida agolpada que llevamos y dejarnos sorprender y admirar por la belleza y armonía que denota la creación del Señor! Siga con escritos cortos y con tanto contenido para dejarme seguir deleitar con ellos!
Un caluroso abrazo en Cristo desde las tierras de nuestro Señor; El Peregrino Libanés