domingo, 11 de febrero de 2018

La Matina

Sonó el despertador a las 6:00 de la mañana. No crean que por arte de magia, sino porque don Pelayo se había propuesto levantarse a esa hora, a pesar de que tardase poco en ir a la facultad, que empezaba a las 8:50. Y es que se había hecho un propósito de rezar tranquilamente por la mañana.

Al sonar el despertador llovieron las tentaciones, casi pareciera que el despertador es la campanita que hay en las puertas de los quioscos, esas que avisan de la llegada del cliente. En este caso, avisaba la alarma de la llegada de la tentación. Y se sucedieron una tras otra. Primero, que si mejor levantarse cinco minutos después; luego que si lo importante es llegar puntual a la facultad, que queda tiempo de sobra para eso, por ello mejor seguir durmiendo y estar descansado; por último que si nadie le ve, nadie se dará cuenta ni le reprochará el no haberse levantado a la hora propuesta, total, la asistencia no es obligatoria, sino opcional.

Y en ese momento de máxima tensión y tentación, vino en auxilio el Señor, con la frase que ya se había aprendido Don Pelayo de memoria para estos casos: "despierta como si este fuera el último día que vas a vivir". Y ahí no más saltó como un resorte don Pelayo. Y es que se le vino a la cabeza el juicio particular, imaginándose a Cristo, Rey del universo diciéndole que no se levantó a la hora ese día, que no cumplió su propósito. Y eso le ruborizó: "¡cómo no levantarme a esta hora y vencer el sueño, si Él se levantó de entre las entrañas de la Tierra venciendo al Sueño al tercer día, por redimirnos!".

Esa frase era infalible. Tenía don Pelayo una para la mañana, para despertarse, y otra para la noche, para acostarse. La de la noche le servía para no acostarse sin estar en paz con todos, pero sobre todo con Dios. Pues, ¿y si moría esa noche?

En fin, lo dicho, don Pelayo se levantó. Y tenia por propósito el, nada más despertarse, sentarse en el suelo, prender la vela de su pequeño oratorio, y rezar las oraciones de la mañana, que unas veces eran Laudes, y otras, otras oraciones. Después preparaba el Evangelio del día, meditaba y seleccionaba un comentario en la Catena Áurea de algún Padre, y enviaba esta selección a un puñado de gente que pacientemente recibía de él estos mensajes, cada día.


Esa mañana le llamó especial atención el cántico evangélico del Benedictus, le dió materia de meditación. Y es que, se quedó meditando largo rato la parte de: "nos visitará el Sol que nace de lo alto". -"¡Qué potencia!" -pensaba- "Verdaderamente Cristo es el Sol que nace de lo alto. Ese Sol del mediodía, ese Sol que no nace de ningún Levante, ni se pone sobre ningún Poniente, porque es un Sol que no surgió en un principio, ni se pondrá en un final, sino que procede de lo Alto, siempre estuvo en lo Alto, allí fue engendrado."

Estas cosas pensaba. Hay que detenerse en este punto, porque verdaderamente tiene jugo la frase del Benedictus que tocó el alma de nuestro gallardo. Y es que lo que caracteriza al sol del mediodía es que no proyecta sombras, como sí lo hace a otras horas del día, cuando está naciendo o muriendo. Pero cuando está en lo alto, su luz desciende rectamente sobre las cosas, no proyectando sombras más que sobre aquellas cosas que están torcidas. Sin embargo, en las cosas rectas no hay sombra a los ojos de este Sol del mediodía. Y estar rectos es estar orientados verticalmente a este Sol. Dios nos conceda la gracia de enderezarnos, para no tener sombras, para orientarnos al Sol que nace de lo Alto, y que éste Sol no vea sombras en nosotros.

Después, don Pelayo se duchó, vistió, desayunó, se lavó los dientes y partió a la facultad. Pensando en el trayecto que, si no se hubiese despertado, no habría podido meditar sobre ese Sol que nace de lo Alto. Y daba gracias a Dios por haberle concedido la gracia de despertarse. Y así, ese día lo empezó orientándose al Sol, y sólo Dios sabe cómo lo terminó.

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Don Pelayo.

3 comentarios:

  1. Don Calixto Medina12 de febrero de 2018, 6:47

    Don Pelayo! Que bella meditación. Creería uno que después de semejante vuelo espiritual de esa mañana, ese Gallardo llegó tarde a la facultad. ¿Qué más da? Lo felicito porque si en tan poco tiempo puede escupir tan bello escrito no me imagino cuando dispone de mucho. Y me alegra también su escrito porque demuestra que su alma no está vacía, y que desborda de amor.

    Un abrazo a la distancia. Siga así!

    Don Calixto Medina.

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  2. Mi gran amigo Don Pelayo, así como un papa antiguo soñó a San Francisco sosteniendo la Iglesia, así sueño yo con usted, sosteniendo la cristiandad en ruinas en el imperio europeo.
    Lo saludo desde los pagos que nos legaron sus compatriotas.
    Su entrada me parece fabulosa, cargada de una gran tensión y misticismo, sabiduría inmensa reservada para los héroes. Pus sí, nos se nos pide hoy asaltar los muros de Jerusalén, mas sí se nos pide otro tipo de heroísmo, y es justamente el que usted plantea. Mala pasada nos ha jugado el mandinga, que ha desviado el grueso de nuestras tropas. Digo esto pues, de nada vale los libros, de nada valen las palabras, si no cumplimos con las pequeñas cosas, como la corta oración diaria, la caridad en casa, el servicio y demás cosas. Ahí comienza la verdadera vida del cristiano, sacrificándose en lo inmediato, en lo pequeño. Por otra parte, Dios ayuda desproporcionadamente a quien ofrece estos detalles para con El.
    Gracias por renovarnos el entusiasmo y la valentía de sacrificar el cuerpo en pos de nuestro Rey.
    Lo saluda con admiración,
    Don Virula

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  3. Sin palabras, don Pelayo, o como reza la famosa canción tan querida por ud. "sin palabritas, sin palabritas...".
    Así me dejó usted con esta entrada. Si pudiera dibujarle aplausos los pondría, perdón mi bajeza, pero realmente estoy sin palabras. Cuan cierto es todo lo que ud. dice, cuántas veces lo hemos escuchado y cuán difícil se nos hace en el día a día. Se me viene la frase evangélica "el que no es fiel en lo poco, no es fiel en lo mucho".
    Muchas gracias por este baldazo de agua fría.

    Don Camilo di Benedetto

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