miércoles, 14 de febrero de 2018

Corazón Cautivado





En una tarde de verano, se encontraba el Maleante con su gran amigo Oscuro, contemplando la caída de la tarde, la cual, los sorprendía en una suerte de duda inquietante. Inquietante en el sentido más estricto de la palabra, debido a que al Oscuro le habían llegado relatos de travesías, en extremo peligrosas, que llevaba a cabo el individuo que tenía sentado, a su lado, estupefacto, contemplando la caída del sol.
-¿No siente miedo? – irrumpió con firmeza el morocho.
-Ciertamente, muchas veces lo tengo, ciertamente… – respondió el otro con tono preocupado, pero como quien  no encuentra salida a semejante situación.
Los dos contemplaban, absortos, el atardecer. Los rodeaba un miedo gigantesco, a querer perturbar tal escena, que se les mostraba  imponente.
El Negro mirando a su amigo y recordando ese extracto, salido de boca del apóstol, reflexionó. “Más el mal que no quiero, ese hago”  y decidió callar.
-Pero ¿qué se puede hacer? – comentaba el malhechor, en un arrebato de arrepentimiento.
-Por lo pronto, no quedarse sin aliento. El quedarse sin aliento es lo que quiere esta gente perversa, a la cual usted está sometido –exclamó en una suerte de queja, como quien escupe un improperio.
-¡No se deje vencer! - dijo en un tono enojado el mismo muchacho que segundos antes pedía por su insistencia.
El Maleante, contemplaba a su amigo. Sabía que tenía razón, pero los gustos que habían llegado a deleitar en tales suburbios, lo habían dejado en tal posición que ya no tenía la voluntad de responder. El muchacho se encontraba arrepentido, en su interior, no en sus obras. La sensación, en su persona, era estrepitosa. Analizó su vida, en tan solo unos segundos y llegó a su cabeza la única certeza de su vida… “VIVO SUJETO A UNA VIDA SIN EMOCIONES”.
-Triste momento padece, compadre. Por ahora solo contemple, la Verdad reposa en ese ocaso del Sol- pronunció con profunda serenidad el Oscuro, mientras una lágrima brotaba de sus ojos.
En ese instante el muchacho, que había contemplado los confines del mal, desvaneció ante la imagen que contemplaban sus ojos, y el Genio, eternamente resplandeciente, potente y verdadero, lo había aplastado con su certeza.
Todo lo que no había visto hasta aquel día sino solo en personas santas, que se ocultaba en la mentira de su vida, que presentía y temía, todo eso, brillaba ante su cara necia, que no quería reconocer como la Luz es luz y las tinieblas son tinieblas.
La saeta lo había traspasado y fue mortal. El golpe fue mortal. Quería escapar, pero no tenía dónde.
Finalmente, encandilado ante tremenda luz, exclamó empapado en un mar de lágrimas ante su amigo:
-¡Gracias por saber callar en momento tan oportuno!
Su compañero lo miró y tiró una sonrisa un tanto picaresca y le dijo en tono apacible:
-Este momento es digno de un vino- con la intención de que su amigo empezara a deleitar cosas dignas.
En ese instante, los muchachos se levantaron y fueron en búsqueda de un lugar donde pudieran retozar, para que el ladrón probara por primera vez tal elixir.


El Maleante Arrepentido

2 comentarios:

  1. Don Calixto Medina14 de febrero de 2018, 5:25

    Don Maleante, creo que ésta es su primer intervención en el blog, de ser así: Bienvenido! Caso contrario sólo soy un inútil que le da la bienvenida a un viejolobo.

    "Hay gran fiesta en el cielo cuando un pecador se arrepiente". Debo decirle que tiene una pluma muy minuciosa y espléndida! Espero que siga y siga y siga escribiendo.

    Respecto al tema en cuestión, me pareció tan cierto, ¿cuántas veces hemos estado en semejante situación?
    Más aún, la misericordia de Dios es justamente eso, amar nuestras miserias.

    Gracias por tan bella reflexión y un abrazo grande!

    Don Calixto

    ResponderEliminar
  2. Estimado Maleante,
    le doy cordialmente la bienvenida aunque yo no sea nadie para hacerlo.
    Dicen por ahí que "nunca es tarde para arrepentirse" cuando se habla de pedir perdón al Señor; no olvide esa frase que dice "el hombre no se cansa de ofender a Dios, y Él no se cansa de perdonarlo"... Pues entonces, ¡¡¡ánimo!!! ¡Que de Maleantes arrepentidos está lleno el Reino de los Cielos!
    Le mando un gran abrazo,
    Don Camilo di Benedetto

    ResponderEliminar